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Personajes que se rebelan

El que me traigo entre manos, sin ir más lejos. Rebelde no, lo siguiente. Tanto, que es ella –porque es mujer- quien dirige la narración, adueñándose de ella sin pedirme permiso. Con un par. Y sin rechistar.

Y lejos de quejarme, me alegro. Porque el personaje ha cobrado vida propia, se enseñorea por las páginas de la novela atreviéndose incluso a discutirme tal o cual escena, narración o descripción. Quizás pueda ser también que me he enamorado de ella. Quizás…

Porque resulta curioso, y más en mi caso, que nunca llegué a enamorarme por completo de los personajes de mis anteriores novelas. Algunos –los menos- me caían simpáticos, y sólo por eso les prestaba algo más de atención conforme avanzaba la historia. Y punto. Lo de ella es distinto. Un personaje que escarba en mis puntos débiles, que me conoce ya tanto después de unos cuantos meses –ocho, si queremos ser exactos-, que se permite el lujo de encender un cigarrillo cada noche –lo siento, fuma-, sentarse delante de mí y explicarme qué quiere que haga con ella, dónde y cada palabra –medida- que utilizará en el transcurso de la escena que me dispongo a narrar.

Lo peor de todo, como he explicado antes, es que estoy enamorado de ella; de su forma de ser –tan áspera, sarcástica, cínica y borde, características que ocultan lo que fue una dulzura infinita-, de cómo se comporta en cada momento, escogiendo de su particular código las reglas precisas para afrontarlo según sus intereses. «¿Y yo?», la pregunté hace poco sin tapujos. «Tú estás aquí para servirme», respondió ella sin titubear. Nunca lo hace, por cierto, pero en ese preciso instante, menos. «Para que me conviertas en un ser vivo; exiliarme de esta irrealidad de celulosa para trasladarme a un mundo que se ajusta a mi personalidad. Al fin y al cabo, si hablas de mí es porque existo».

Entonces la miro –cruzamos nuestras miradas, muy intensa la suya-, y le pido que empiece a hablar, que deje volar su imaginación y me cuente quién es, qué vivió, los hombres a los que amó y la tragedia que fue su vida. Sin acidez; plenamente consciente de que, si todo transcurre bien, en unos meses compartirá sus vivencias con muchas más personas. Cuando sea feliz y se decida, llegado el momento, a coger las maletas y realizar un viaje eterno sin perderme de vista. Porque ya formará parte de mi vida. Imposible olvidarme de ella tras estos intensos meses juntos. Uno de esos amores que, por mucho que pasen los años, siempre te deja una indeleble huella en el corazón. Un maldito y rebelde personaje de novela. Ella.

 

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