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El asalto y asedio de Ma’arrat al Numan

Que barbaridades ha habido, hay y las habrá todos los días, es de cajón. De aquí a Lima, vamos. Por eso llaman tanto la atención. Atraen. Molan. A tanto el muerto, y si es por kilos, mucho mejor. Pues eso, que tal que hoy hace cosa de 921 años hubo una de esas barbaridades a las que somos tan dados. Todo tiene relación con la Primera Cruzada. Sí, las curvas que vienen a continuación son peligrosas, así que toca agarrarse. Y la efemérides de hoy es de las más infames, ya lo advierto.

Situemos la acción: Si recordáis, el Papa Urbano II se subió a un púlpito en Clermont allá por 1095 y le soltó a la peña que le escuchaba en ese momento —mucha peña, y más caliente que el palo de un churrero— aquello de “Dios lo quiere”. O sea, caña al infiel, que es de goma y está ocupando Tierra Santa. Y a eso se lanzaron por miles cristianos de toda condición respaldados por toda suerte de promesas, unas terrenales y otras no tanto, con el fin de arrancar la tierra en la que penó y murió Jesucristo de las manos infieles.

El objetivo era Jerusalén, y por el camino, por eso de ir afilando cuchillos, espadas o lo que se tuviera a mano, los cruzados se dedicaron a dejar su recuerdo. Tal día como el de hoy de 1098, insisto, le tocó el turno a Ma’arrat al Numan, en la actual Siria, ante cuyas murallas se presentaron los cruzados. Y ya sabéis cómo funciona esto: ciudad amurallada, riquezas en su interior, jóvenes y jóvenas a las que pasar por la piedra y abuelos y niños a los que degollar. Eso si no se paga rescate, que siempre había exigencia por parte de los sitiadores para dejar a la peña de la ciudad en paz y a otra cosa, mariposa; gente que, en el caso de aquella ciudad, se encontraba relativamente tranquila por eso de estar rodeada la ciudad de fuertes y recias murallas.

Vale, y a todo lo anterior pongamos el invierno como animal de compañía. Que se acercaba, vamos. Y tenía una pinta que ni en Teruel lo han conocido nunca. Ahí dejo el dato. Total, que la tropa que se plantó ante las murallas de Ma’arrat al Numan se disputaba los desperdicios con los perros. Con eso está todo dicho. Así que asediaron la ciudad como está mandado y los musulmanes se rindieron. La vida siempre por delante. El acuerdo implicaba respetar sus vidas, pero entonces dio comienzo a uno de los espectáculos más denigrantes de nuestro paso por este planeta llamado Tierra: los soldados entraron a saco en la ciudad, y durante unos pocos días aquello fue una orgía de sangre y muerte; cuerpos, los de los musulmanes, que muchos de los soldados cruzados se despacharon para el buche. Y ya se sabe, que buche contento…

Sí, niños y niñas, canibalismo puro y duro. Hasta 20.000 civiles fueron asesinados, y los cadáveres de muchos de aquellos civiles fueron cocinados y devorados por tan famélica legión. Un cruzado, Radulfo de Caen, mandó una misiva al Papa de Roma para decirle que «en Ma’aarra, nuestras tropas hervían adultos paganos vivos en ollas». Y por si con esta frase no habéis tenido bastante, ojo al extracto de la crónica de Fulcher de Chartres: «Muchos de nuestros soldados, acosados por la locura del hambre excesivo, cortaron pedazos de los cuerpos de los sarracenos ya muertos allí, que cocinaban, pero cuando todavía no estaban asados lo suficiente por el fuego, los devoraron con boca salvaje ».

Lo que se llamaba hambre. Lo que se llama locura. Lo que se llamó Primera Cruzada.

Y es lo que os tenía que contar hoy 😊

 

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