La Piconera se agarró la falda de volantes y entró en éxtasis. El público que la rodeaba —casi cien personas, que sudaban a chorros arracimadas en un local estrecho y sin ventilación—, que sabía lo que llegaría a continuación, contuvo el aliento.
La Piconera se agarró la falda de volantes y entró en éxtasis. El público que la rodeaba —casi cien personas, que sudaban a chorros arracimadas en un local estrecho y sin ventilación—, que sabía lo que llegaría a continuación, contuvo el aliento.