Olía a Brumel y le encantaba Leonard Cohen. Incluso solía vestir como él: pantalón y americana negros, camisa del mismo color y corbata ocasional de idéntica tonalidad. En ocasiones se tocaba la cabeza con un borsalino cuya tonalidad no desentonaba con el vestuario. De tanto verlo de esa guisa supe que llevar sombrero significaba que
Los consejos de Don Leonard
Su sonrisa es encantadora. Pero más lo es su rostro: ojos negros, penetrantes, que semejan un pozo al que no te importaría caer las veces que hicieran falta para que te rescatara; unos labios sugerentes, ni demasiado carnosos ni tampoco excesivamente delgados; y un rostro anguloso, limpio.