No hace mucho me llegó un correo de un amigo. El contenido, una delirante versión de ‘La vie en rose’ de El Príncipe Gitano. Espeluznante es poco, me decía. Ya, le contesté. Si no fuera porque a Enrique Castellón Vargas lo tengo más calado que una gorra de chulapo. A él y a otros muchos