Para no variar, servidor no sabía qué narices pergeñar en esta columna que con santa paciencia Culturamas me cede semana tras semana. Y al instante, salió el tema. La cosa va de una película de cine, sus actores –de lo mejorcito de la gran pantalla patria-, y una curiosa iniciativa para hacerla realidad.
En el fondo, los animales somos nosotros
Los llamamos animales –perros, gatos, caballos o bípedo y cuadrúpedo de cualquier clase-, y en el fondo, examinando sus comportamientos, analizando sus reglas, hay que acabar claudicando: los verdaderos animales somos nosotros.
La veía pasar todos los días, a la misma hora
El tipo en cuestión, menudo, entradas profundas en una calva que peina canas en la sienes, y mirada afilada, seria, se sienta en un banco; el mismo de todos los días. Y entonces la ve pasar, siempre a la misma hora.
Recuerdos del pasado
Ocurre cuando abres la puerta al pasado, aunque únicamente sea una rendija. Por ella se cuelan recuerdos de todo tipo, buenos y malos. Recuerdos, al fin y al cabo. Retazos de lo que fuiste. Lo difícil es trasladar esos recuerdos al papel. Y más si implican a más personas que, como tú, también vivieron -más
Una de paraísos particulares
Edenes, reposos del guerrero o simplemente un lugar donde solazarse, sin más. Cada cual tiene el suyo propio.
El cigarrillo de Rick
Seguramente lo recuerden. A Rick Blaine. Ese perdedor huraño y solitario que Humphrey Bogart bordó en ‘Casablanca’.
Personajes que se rebelan
El que me traigo entre manos, sin ir más lejos. Rebelde no, lo siguiente. Tanto, que es ella –porque es mujer- quien dirige la narración, adueñándose de ella sin pedirme permiso. Con un par. Y sin rechistar.
Esas gitanas del ramo de hierbabuena
O rama de olivo, laurel, perejil y cualquier otra planta, flor o especia susceptible de caer en sus manos para leerte la buenaventura por la módica voluntad, la que tú estipules según tu grado de gratitud tras conocer lo que te deparará el destino.
Frikismo patrio
No hace mucho me llegó un correo de un amigo. El contenido, una delirante versión de ‘La vie en rose’ de El Príncipe Gitano. Espeluznante es poco, me decía. Ya, le contesté. Si no fuera porque a Enrique Castellón Vargas lo tengo más calado que una gorra de chulapo. A él y a otros muchos