—¿Cómo lo quiere? —Con leche templada Tras tomar nota de la comanda, un camarero de rostro somnoliento manipula la cafetera, que al rato empieza a emitir un ruido infernal que inunda el pequeño bar que regenta. Cuatro mesas, una de ellas ocupada por dos hombres de aspecto rudo que dan buena cuenta de sendos bocadillos,
Los enamorados
Se dieron el primer beso a los 10. Fue un beso inocente acompañado de risas y carcajadas a su alrededor. Los enamorados, los llamaban.
El desconocido del mar
Ante sus ojos, el infinito azul. A su espalda, un horizonte negro salpicado de certezas. El infinito azul era el mar por el que navegaba con el afán que encontrar a una persona que dio por desaparecida diez años antes. Sabía -no era una intuición, sino una realidad- que todavía estaba viva y también que
La librera de la librería de lance
Llovía a cántaros en la calle. Una lluvia de gotas agresivas que golpeaban sin ninguna misericordia. Por eso entró en aquella pequeña librería de lance que olía a libro viejo. Cerró la puerta y se quedó contemplando el paisaje a través de su cristal, por el que el agua trazaba surcos discontinuos. Se fijó en
La mirilla del miedo
Escrutó el descansillo a través de la mirilla y se sobrecogió. Le habían encontrado. Un rápido escalofrío recorrió su cuerpo. Así de gélida debía de presentarse la muerte, sospechó, antes de llevárselo por delante.
El aliento del Sacromonte
La Piconera se agarró la falda de volantes y entró en éxtasis. El público que la rodeaba —casi cien personas, que sudaban a chorros arracimadas en un local estrecho y sin ventilación—, que sabía lo que llegaría a continuación, contuvo el aliento.
La joven que hablaba con los muertos
Al inspector López le faltaban diez días para jubilarse. Cuarenta y dos años al servicio del Cuerpo de Policía. Hoja de servicios impoluta, un par de medallas y varias menciones de honor. Diez. Llevaba la cuenta de los días, cuenta que canturreaba a todo el que se topara con él. Diez días le quedaban para
El reloj de arena
¿Cuánto dura la arena que contiene un reloj? Sesenta minutos, ciento veinte… ¿Cuánto? Difícil de averiguar cuando la única manera de conocer el tiempo es esa; un reloj cuya arena cae grano a grano hasta llenar el depósito vacío. Y vuelta a empezar. No hay tic tac. La arena tiene otro ritmo, aunque igual de
Una foto que dice tantas cosas
Es una foto. Una de las tantas que he acumulado durante el proceso de documentación de la novela que acabo de finiquitar.