Los llamamos animales –perros, gatos, caballos o bípedo y cuadrúpedo de cualquier clase-, y en el fondo, examinando sus comportamientos, analizando sus reglas, hay que acabar claudicando: los verdaderos animales somos nosotros.
La veía pasar todos los días, a la misma hora
El tipo en cuestión, menudo, entradas profundas en una calva que peina canas en la sienes, y mirada afilada, seria, se sienta en un banco; el mismo de todos los días. Y entonces la ve pasar, siempre a la misma hora.
Recuerdos del pasado
Ocurre cuando abres la puerta al pasado, aunque únicamente sea una rendija. Por ella se cuelan recuerdos de todo tipo, buenos y malos. Recuerdos, al fin y al cabo. Retazos de lo que fuiste. Lo difícil es trasladar esos recuerdos al papel. Y más si implican a más personas que, como tú, también vivieron -más
Una de paraísos particulares
Edenes, reposos del guerrero o simplemente un lugar donde solazarse, sin más. Cada cual tiene el suyo propio.
El cigarrillo de Rick
Seguramente lo recuerden. A Rick Blaine. Ese perdedor huraño y solitario que Humphrey Bogart bordó en ‘Casablanca’.
Personajes que se rebelan
El que me traigo entre manos, sin ir más lejos. Rebelde no, lo siguiente. Tanto, que es ella –porque es mujer- quien dirige la narración, adueñándose de ella sin pedirme permiso. Con un par. Y sin rechistar.
La magdalena de Proust
Posiblemente cuando Marcel Proust terminó de escribir ‘En busca del tiempo perdido’ – con sus siete tomos y más de tres mil páginas de vellón-, nunca imaginó que muchos –millones de personas, tal vez- resumieran tan magno esfuerzo narrativo en una única escena de ‘Por el camino de Swann’.
Esas gitanas del ramo de hierbabuena
O rama de olivo, laurel, perejil y cualquier otra planta, flor o especia susceptible de caer en sus manos para leerte la buenaventura por la módica voluntad, la que tú estipules según tu grado de gratitud tras conocer lo que te deparará el destino.
Cuando la dignidad no tiene precio
Lo que voy a contarles es verídico. Palabrita de niño Jesús. Cosas de esta patria nuestra en la que el sol sale por Antequera y se pone por donde le da la realísima gana, que para eso somos como somos. De esas situaciones que te reconcilian con los demás cuando la dignidad está por encima