Ya sabéis que servidor tiene predilección por esos personajes que tienden a liarla parda de manera consciente o no. Esos tipos echados para delante, con un par bien puestos. Muy fan de dichos tipos. Y del protagonista de estas líneas, mucho, para qué nos vamos a engañar. ¿Quién? Martín Lutero. ¿A que es para serlo? Pues venga, ¡al lío!
¿Y qué hizo el susodicho, por ejemplo tal que un 10 de diciembre para merecer estas líneas? En el de 1520, quemar la bula del Papa León X —Exsurge Domine, se llamaba la bula— que condenaba sus doctrinas —según la bula, heréticas. Siglo XVI, recuerdo. No estaba el patio para tonterías—.
Si recordáis, todo viene de aquel 31 de octubre de 1517, cuando Lutero, con sus santos cojones, dijo todo lo que pensaba de la Iglesia y de sus tejemanejes en sus ya famosas 95 Tesis; lo de las Indulgencias para darle lustre a la Basílica de San Pedro, etcétera. Para el recuerdo, esta perla de aquel monje acerca del asunto de San Pedro: “Predican que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando del purgatorio. Sólo es lucro y avaricia. ¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye la basílica con su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?”. Tela.
Normal que se liara la que se lio. Siglo XVI, repito; que había que tenerlos —y Lutero los tenía— para irle al Papa con esas. Porque, claro, fue conocerse aquélla y otras perlas del monje alemán y empezar a ser más conocido que, incluso, el mismo Papa de Roma. Y hasta ahí podíamos llegar. Eso sí, en Roma se cuidaron muy mucho de qué pasos dar visto el cariz del asunto, con la popularidad de Lutero subiendo como la espuma y cada vez más gente haciéndose las mismas preguntas que él. Pero lo mismo da que da lo mismo, porque al final León X decidió tirar por la calle de en medio, es decir, dándole cera hasta en el cielo de la boca en forma de la referida bula papal; que no es que le pidiera que se retractara de todo lo que pregonaba, sino que lo hiciera de lo que se consideraban 41 errores entre aquellas 95 Tesis, discursos menores y escritos atribuidos a él. Bula que dictó en junio de 1520 y que condenaba sus prácticas, repito, y le amenazaba con la excomunión. Ojito, que si me pongo chungo, me pongo chungo, le vino a decir.
Y Lutero, que los debía de tener como los del caballo de Espartero, quemó la susodicha bula tal que un día como el de hoy de 1520. ¿Y por qué hoy? Porque ese día acababa el plazo que se le dio para retractarse de esos errores mencionados. Y para acompañar, unos cuantos volúmenes de derecho canónico. Una pira muy bonita en el puente de Elster, en Wittenberg (Alemania), como respuesta a las que organizó con sus obras el teólogo católico Johann Eck en varios lugares de Alemania. Cuentan las crónicas que mientras lo hacía, Lutero exclamó: «Ya que has confundido la verdad [o a los santos] de Dios, hoy el Señor te confunde a ti. Al fuego contigo», parafraseando uno de los salmos de la Biblia.
Al año siguiente, León X cumplió su amenaza y le excomulgó, y dio comienzo a lo que todavía dura. Y lo que te rondaré, morena.