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El descubrimiento del océano Pacífico

Un pacense en tierras panameñas descubriendo la masa de agua más grande de este planeta ―un tercio de ella, para que os hagáis una idea―. Son los ingredientes de la efemérides de hoy. El pacense, Vasco Núñez de Balboa; las tierras panameñas, pues eso; y la masa de agua más grande de este planeta, lo que se conocía Mar del Sur y que ahora llamamos océano Pacifico. Vamos al lío.

Allá por el 1 de septiembre de 1513, una partida compuesta por cerca de doscientos hombres partió de la provincia de Darién, en dirección a la región caribeña de Careta, a la que se unieron unos mil nativos aportados por el cacique local merced a la alianza establecida con él. El propósito no era otro que encontrar un sitio llamado Birú ―muy al sur. En Perú, por concretar―, donde había oro y riquezas a manta.

Por delante, la selva. Que acojonaba, pero de verdad. En el camino se toparon con toda clase de tribus, unas más amistosas que otras, y lo mismo fueron recibidos con agasajos, parabienes, etcétera, que asaeteados con flechas venenosas por cortesía de la casa. El mundo, tan diverso. Hasta llegar a este 25 de septiembre.

Aquel día, digo, la expedición alcanzó las cordilleras del río Chucunaque. Y detrás de ellas, le indicaron a Núñez de Balboa, encontraría lo que los indígenas llamaban el Mar del Sur. Que sí, que existía de verdad, que no era leyendas ni relatos de los indios. Y allá que se fue el de Jerez de los Caballeros, que quería comprobarlo personalmente; y, de ser así, ser el primer no nativo en contemplarlo. Y sí, lo que vio fue un mar. Inmenso y azul. Eso sí, un avistamiento a distancia, porque había que descender las cordilleras y recorrer un valle hasta llegar a las orillas del mar. Lo que encargó al capitán Alonso Martín. Tú atrocha, a ver si lo consigues, que estas tierras tela con ellas; y a ver si hay alguna manera civilizada de alcanzar ese mar sin meternos en jaleos. Dos días después, Alonso Martín regresó con la buena nueva, y al día siguiente Núñez de Balboa tomó posesión del nuevo mar en nombre de los reyes de Castilla.

Y ya está.

De todas formas, os recomiendo la lectura de Momentos estelares de la humanidad, de mi admirado Stefan Zweig, que os cuenta este episodio mucho mejor que yo.

 

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