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Prólogo de mi última novela

Antes de empezar…

De cómo mi familia acabó viviendo en Canillejas, el barrio más al este de Madrid, habría mucho que hablar, pero no viene a cuento. El caso es que yo me crié aquí y mi infancia y, por tanto, la edad adulta, quedaron marcadas por este hecho.

Canillejas no fue siempre un barrio de la capital de España. era un pueblo que fue anexionado a Madrid el 30 de marzo de 1950 por Decreto Ministerial, justo cuando el municipio estaba en pleno crecimiento, lo cual generó polémica. Antes de esto, el pueblo gozaba de un gran nivel de vida, albergando entre otras las fincas de la marquesa de Torre Arias y del marqués de Canillejas, grandes arboledas y acuíferos y terrenos de cultivo abundantes, principalmente de cebada, garnacho, garbanzo y moscatel, circunvalados por cuatro arroyos.

Por lo demás, el pueblo contaba con su cementerio (aún existe), un lavadero, un cuartel de la guardia civil, sus iglesias, un ayuntamiento y todos los elementos comunes a cualquier pueblo de la geografía española. Incluso había dos fábricas, la de galletas y la de jabón, de cuya estructura aún se conserva una gran chimenea en una parcela de Torre Arias.

Todo este bienestar se fue al carajo con la anexión y con el desarrollismo urbanístico, que consistía básicamente en hacer pisos como cajas de cerillas para albergar a los obreros procedentes de la emigración rural a la gran ciudad. Concretamente, en Canillejas y como solución temporal se hizo una UVA (Unidad vecinal de absorción), que se convirtió en un enclave permanente hasta que fue demolida años más tarde por ser un foco de delincuencia insoportable. Y en San Blas, que en aquellos tiempos era una dehesa, se hicieron bloques de pisos e incluso algunas torres sin ningún tipo de servicios para los vecinos, que trabajaban en fábricas o en obras, los más agraciados, claro. El resto veían pasar la vida haciendo trapicheos sorteando la legalidad vigente. Una torre de babel de gallegos, asturianos, andaluces, extremeños y castellanos de ambas Castillas que constituyeron una generación de pioneros para ejercer de mano de obra barata y poco cualificada.

El problema vino con la segunda generación, los hijos de estos pioneros que ya habían perdido las raíces y a los que la transición de la dictadura a la ¿democracia? les pilló prácticamente sin haberse cambiado de ropa. Jóvenes a los que les tocó vivir una crisis económica brutal y que ya no tenían ese carácter servil de sus padres, generación a la que yo mismo pertenezco. Unos jóvenes que, ante la reiterada negación del sistema a darles lo que ellos creían que les pertenecía, decidieron tomarlo por sí mismos, creando un mapa de bandas juveniles que geográficamente iba por barrios periféricos: Carabanchel, La Elipa, Vallecas, Vicálvaro, Villaverde, San Blas y Canillejas, por citar solo unos pocos barrios que eran unos el calco de los otros.

Las penas, por aquel entonces solían matarse con cerveza, vino peleón y copas de anís. Más tarde llegaron la marihuana y el jachís, los tripis, la coca y la heroína. Todo esto deshizo las bandas porque los yonquis no tenían sentido de colectividad alguno y el sistema se quitó un problema de encima. Los hijos empezaron a robar a los padres y hasta a los abuelos para conseguir una jodida papelina. Y unos años más tarde empezaron a aparecer muertos por todas las esquinas. Mi generación no ha vivido una guerra, pero puedo asegurarles que hemos sufrido tantas bajas como en cualquier frente bélico.

La historia que voy a narrarles es la historia de uno de estos chavales, “el Botas”. Un hijo del asfalto, de familia desestructurada y, como les decía antes, un chaval que decidió tomar lo que le negaba el sistema. Quiero que entiendan que esto no es ninguna apología de la delincuencia, ni de las drogas. No, nada por el estilo. Simplemente se narran los hechos como sucedieron desde la perspectiva del protagonista. Y aquí tuve el primer problema: decidir quién contaba la historia. Podría haber optado por el tono neutro del narrador omnisciente, pero la historia no habría resultado tan creíble. Después, pensé que yo mismo podría narrar la historia. Pero entonces habría quedado una novela como cualquier otra, en la que se nos narra la historia de unos delincuentes que no hablan como delincuentes, y en ese caso, la historia queda aún menos creíble.

Así que un día abrí una cerveza, encendí un cigarrillo y me hice la siguiente pregunta: ¿Coño, y por qué no narra su propia vida el Botas, con su propio lenguaje? A pesar del riesgo que esto implica, más que nada porque el Botas no es escritor, decidí dejarle a él el tema de la narración. El lenguaje no es tan selecto ni tan elitista, pero, qué quieren que les diga, el resultado es mucho mejor. Entre otras cosas, ya le disculparán, porque el Botas se toma muchas licencias en esto del lenguaje. Pero, qué le vamos a hacer, al fin y al cabo en mi barrio un colgao es un colgao, y no un colgado.

Creo que la cosa le ha quedado bien, al menos los diálogos son genuinos. El Botas los plasma tal y como ocurrieron, tomándose, ya digo, muchas licencias, incluso en la voz del narrador, que mantiene diversos tonos a lo largo de la novela. Tengan en cuenta que esta historia le coge con dieciséis años y la termina rebasados los veinte. En cualquier caso, ustedes, los lectores, tienen la última palabra.

He cambiado nombres por no herir susceptibilidades. Y llegados aquí, quizá convenga decir eso tan manido de que todo parecido con la realidad es pura coincidencia…., o no.

En fin, que como dice alguien a quien conozco bien: No somos na

 

 

 
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10 de respuestas

  1. Agustin Martinez Feliu ( TINO )

    Hola Paco.
    Me parece un tema muy interesante , sobre todo por el relato en primera persona de » El Botas » , sin desmerecer al autor … . Canillejas fue un barrio muy conflictivo ,sin llegar al nivel de San Blas , pero duro .Es una zona que estaba relativamente cerca de donde yo vivía , en la entrada de Arturo Soria ( Cruz de los Caidos ). Y alguna vez , seguramente detrás de alguna chica, estuve por allí .

    Prometo leerlo Paco

    Un abrazo
    TINO

    • Paco Gómez Escribano

      Gracias, Tino. Lo cierto es que fueron tiempos difíciles. Y sí, San Blas era mucho más grande, había más lío. Pero te aseguro que en Canillejas el cotarro no era menor. A ver si encuentro editorial y podemos publicarlo. Un abrazo.

  2. Emilio

    Hola Paco, me gusta el tema, tiene buena pinta, será porque me gustan mucho los temas bio o autobiográficos. SUERTE.

  3. Inma pasamón

    Qué buena pinta tiene!! deseando leerla. Vas a vender muchos, lo sé.

  4. Paco ,que ganas de leerla . Ya te dije que soy de Carabanchel Bajo y viví muy de cerca las historias que «intuyo» aparecerán en tu novela . Sabes que te deseo lo bueno que te mereces , que es mucho y el EXITO te acompañará !!!!

  5. fer

    Hola Paco, estoy deseando leerlo, seguro que me trae recuerdos reales de esa epoca y no el «Cuentame» de la TV, en Canillejas viviamos con un ojo a que vinieran los vikingos de la UVA y a salir corriendo

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