En el principio, era el coro. No al principio de todo, obviamente. Me refiero una vez hecha la luz, ya diferenciados cielo y tierra y, de la tierra, separada el agua, quiero decir, después de que árboles y peces, pájaros y fieras poblaran el planeta y una vez que mujer y hombre fueron condenados a vivir en el tiempo y al sudor. Más o menos, después de todo esto, al principio, fue el coro. Y nadie se salía del coro. Y el coro era una voz.
Pero llegó el día en que uno del coro se salió de la línea y rompió el tono unísono de la salmodia y de las oraciones. Enfrentado a los demás, se hizo preguntas, aquellas preguntas inquietantes, sobre el destino y los dioses, sobre la libertad y también la justicia. Sólo, frente a todos, quiso saber quién era, qué hacía aquí y qué le era dado esperar. Se le llamó “hipócrita”, es decir, personaje. Calzaba unos coturnos, para parecer más alto, la estatura de un héroe, pues es un acto heroico atreverse a ser uno y diferente.
Este actor llevaba una máscara para expresar emociones -dolor, temor, quizás alegría- y para que resonaran sus preguntas y todos las oyeran. “Prósopon” se llamaba la máscara, que pasó al latín como “personare” y de aquí derivó la palabra “persona”. No es extraño que la persona tenga su origen en la “tragedia”, en el teatro, pues la persona no nace, se hace en la confrontación con los otros.
Los españoles, que cargamos la fama de tener mucha personalidad, le montamos un motín a Esquilache cuando quiso prohibir los sombreros de ala ancha que servían para ocultar el rostro y embozarse. También quiso prohibir las capas largas, usadas para esconder espadas y armas. A punto estuvo de caer el rey, por tal medida. Ahora, después de más de un año, nos permiten volver a salir sin mascarillas. Percibo cierto miedo a caminar de nuevo a cara descubierta, sin defensa que oculte quiénes somos, miedo a mostrar los labios moldeando palabras, sonrisas o silencios. Si la máscara es a la persona, me pregunto si a la mascarilla le corresponde “personilla”. Personillas seremos mientras no nos hagamos las preguntas radicales, asumiendo que no tendrán respuesta.
Salud.