Los libros, como las personas, tienen sus propios destinos, que son camellos ciegos, como dijo Borges, fuertes, torpes, inocentes y también inhumanos. El destino es un hilo o, mejor, un tapiz. A veces, sucede que tejiendo el destino de un ser humano se cuela en el telar el hilo de un libro y cambia el entramado. Ese libro se convierte en el hilo luminoso que nos adentra y nos saca del laberinto.
Nada más alejado de mi ánimo que molestarles con intimidades pero, aprovechando que los editores descabezados de Eolas y Menoslobos se han atrevido a reeditar Berlín Vintage, voy a contarles hasta qué punto y en qué punto este libro y la vida de Caravaggio revivida en sus páginas se enlazaron y cambiaron la forma y la textura de mis nudos.
Berlín Vintage me dio variadas alegrías. Fuimos muchos quienes por ella nos pintamos los labios de rojo; escribió mi nombre al lado del de Ishiguro como finalistas del premio a mejor libro europeo (los dos perdimos. Luego él ganó el Nobel) y volvió conmigo a Roma cuando, contra todo pronóstico, me fui de erasmus. En Roma, el Instituto Cervantes nos abrió sus puertas y Begoña, su bibliotecaria, tuvo la idea de que les mostrara los escenarios romanos en los que Caravaggio jugó, pintó, amó, vivió y también mató. Aquella mañana llovió y también hizo sol, fue cuando conocí a Alberto, que dirige la agencia turística EnRoma, quien tuvo la idea de convertir nuestro paseo en una visita literaria: La Roma de Berlín Vintage.
Tiempo después, cuando el universo se contrajo y explotó en nuevo big-bang y llegó el amor, recurrí a Alberto, que respondió generoso. Unos metros y minutos por delante de nosotros, de Helena y de mí, fue dejando los textos en “las estatuas parlantes” de Roma -El Babuino, El Abate Luigi, el Pasquino- con tal precisión, que Helena no quiso decirme que no y terminamos brindando. De aquellos brindis y paseos, de Berlín Vintage y Caravaggio, vino León, mejor premio que el Nobel. Hasta este punto un libro puede intervenir en el destino de un hombre.
Así que, si quieren que les pasen buenas cosas, lean libros buenos. Un libro siempre es algo bueno en sí, cuando menos les consolará y aliviará las penas cotidianas y nunca se sabe en qué puede terminar la historia.