El miércoles pasado terminaba la columna advirtiendo del riesgo que conlleva calificar cualquier evento como histórico, por nimio que sea. Es el doble riesgo de disminuir el valor de la Historia y como consecuencia el de empequeñecernos. Aplaudimos a un atleta que es capaz de saltar más que nadie, pero veríamos como algo ridículo si
¿Preferirías ser un pez?
El protagonista, un hombre joven y sano, despierta todas las mañanas minutos antes de que suene el despertador. Abre los ojos y mira el reloj sin estridencias sin rabia ni pereza. Luego se abraza a su hermosa mujer, que duerme a su lado. Ella también despierta, pero no abre los ojos ni se vuelve. Su