“En tiempo de tribulación no hacer mudanza”, decía San Ignacio de Loyola. Pero, en esto de las mudanzas, el hombre propone y el de la furgoneta dispone. Este fin de semana he estado de mudanza. Hacer una mudanza es trasladar años de tu vida a un lugar nuevo, no se trata sólo de objetos y de cajas, hacer una mudanza implica también una especie de balance, de sopesar lo que te llevas contigo y lo que se va directo al contenedor. Es un momento de aprovechar para decidir qué parte de nosotros queremos mantener y aquello a lo que queremos renunciar, dejar atrás, para valorar lo importante y lo superfluo y deshacernos sin miedo de los trastos viejos, también los que almacenan polvo en el desván del alma. Hay que elegir, elegir bien y elegir supone renunciar. Una mudanza bien hecha debería ser una ocasión para mejorar, para avanzar, para seguir desarrollándonos sin los lastres inútiles de un pasado que ya no debería tener espacio en el nuevo presente que se emprende. Una mudanza es una oportunidad.
Pero hay un requisito previo a la mudanza, a la elección y no es otro que haber limpiado bien lo que quieres sea el nuevo hogar. Mudarse sin haber hecho previamente la limpieza es empezar a construir sobre una suciedad soterrada que no te pertenece, pero que asumirás como tuya, se convertirá en miasma y te enfermará. Bastante tenemos con la mierda propia como para consentir, por pereza o desidia, la de los demás. Es importante limpiar, limpiar bien, en profundidad, hasta desinfectar.
Y me temo que hemos olvidado el arte de fregar. Limpiamos por encima. Sólo nos importa la suciedad que se ve, que no se vea. Vivimos en un mundo de apariencias, como los esclavos de “la caverna” de Platón. Sería un error desaprovechar la ocasión que nos brinda una mudanza de un inicio nuevo y renovado. Hay que subirse a una silla a limpiar la grasa que alguien dejó acumularse encima de los armarios de la cocina, hay que fregar el suelo de rodillas con lejía y Ten, (como me enseñó mi madre), el rodapié con cuchilla y dejar el baño para que se pueda incluso comer. Y una vez limpio todo, colocar, crear un orden nuevo, cada cosa en su sitio. Si lo hacemos así, el ambiente será propicio para la armonía y la felicidad.
Salud.