Ninguna de las hojas de los árboles de las que este otoño se ha deshecho en ritual genocidio era igual a otra, aunque todas ellas compartieran el mismo designio. Ni tampoco las olas que por miles y miles de millones rompen cada día el mar contra las rocas, aun siendo parecidas, tan parecidas, son iguales.
Hacer los deberes
Sigo hablando de crecer, de llegar al menos hasta nuestra altura y, mejor aún, llegar un poco más, traspasar nuestros límites, superarnos, pero nunca quedarnos ni un centímetro por debajo de aquello que podríamos haber llegado a ser, para lo que estábamos capacitados. En aquellos años sólo había dos opciones. A las cinco de la
El que enreda corta
El miércoles pasado terminaba la columna advirtiendo del riesgo que conlleva calificar cualquier evento como histórico, por nimio que sea. Es el doble riesgo de disminuir el valor de la Historia y como consecuencia el de empequeñecernos. Aplaudimos a un atleta que es capaz de saltar más que nadie, pero veríamos como algo ridículo si