En el año 390 antes de Cristo, los galos senones –unos bárbaros- dirigidos por su caudillo Breno asolan las tierras de Italia. Después de derrotar a dos legiones romanas en la batalla de Allia, se dirigen fieros a la ciudad de Roma. La mayoría de la población, atemorizada, huyó a los bosques, los que quedaron se refugiaron en la colina del Capitolio. La noche en que los galos se disponían a asaltarla por sorpresa, los graznidos de las ocas despertaron a los romanos que así pudieron defender la ciudadela. Viendo que no podrían resistir por mucho tiempo, accedieron a llegar a un acuerdo y a pagar en oro un tributo para que los galos respetaran lo poco que quedaba.
El pago se tasó en mil libras de oro. Al pesarlas, se dieron cuenta de que la balanza estaba trucada y protestaron. Entonces, Breno, soberbio, sacó su espada y la puso sobre la balanza para que tuvieran que añadir todavía más oro y exclamó: Vae Victis¡ ¡Ay de los vencidos! Esta expresión ha pasado a significar el derecho del más fuerte, la justicia de la fuerza, la sinrazón del poder ejercido por el poderoso.
Dos mil cuatrocientos cinco años después, es decir, sólo hace unos días, otros bárbaros llegaron en aviones a la ciudad de Roma. Venían desde Holanda, de Róterdam eran hinchas de la tribu del Feyenoord, pero más que a un partido de fútbol vinieron con ánimos de guerreros. El alcohol, la estupidez y la barbarie hicieron presa en ellos y se lanzaron en violento choque contra la policía. No se amedrentaron. Botellas, adoquines, todo servía como arma arrojadiza. El campo de batalla se estableció a los pies de la Escalinata de la Plaza de España –uno de los rincones más visitados del mundo-. No me importan las bajas, los heridos, la sangre que corrió –sangre infectada del absurdo-, los detenidos, lo que me duele son los daños, que estos bárbaros causaron en “La Barcaccia”, una hermosa fuente con forma de barca, realizada por los Bernini, padre e hijo, en 1629.
Lo de menos es la piedra dañada, lo grave es el atentado contra lo que representa, contra aquello hermoso y civilizado que los seres humanos hemos sido capaces de crear cuando no estábamos perdiendo el tiempo guerreando, atentado contra la pacífica convivencia de unos con otros.
Camilo, el general romano, reunió un ejército y se enfrentó a los galos de Breno. Y mostrando su espada les gritó: No con el oro si no con el hierro es con lo que se defiende la patria. Y educando, añado yo, educando a los bárbaros.
Salud
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