Gobierno de lo público en público. Ésta podría ser una definición de democracia, más allá de la mera forma de elección del gobernante, que no siempre ni por si sola garantiza un gobierno democrático. Habría que añadirle, para que fuera completa, lo que se conoce como democracia sustantiva, es decir aquella que persigue la realización de determinados valores todos ellos derivados de la dignidad del ser humano, como principio y fin del régimen político y de su ordenamiento jurídico.
Gobierno de lo público en público. De la tergiversación de cualquiera de ambos términos, o de los dos al mismo tiempo, derivan todos los males de la democracia que, deja de ser democracia para convertirse en otra cosa.
Es público aquello que es de todos (de todos y no cómo dijo aquella ministra hablando del dinero público, de nadie). Así, en las antiguas monarquías, los reinos no eran públicos, porque eran patrimonio de los reyes, reinos patrimoniales. Y la República romana inicio la deriva hacia el Imperio en el momento en el que junto al Erario de Saturno, que era el tesoro romano, Octavio Augusto creo el Fiscus o tesoro del emperador, privado, que, como se veía venir, acabaría fundiéndose con el primero y apropiándose de él. Desaparición de lo público.
En público, la democracia no sólo debe ser un gobierno de lo público, debe también ser un gobierno en público, es decir, transparente, a la vista de todos, que todos veamos y todos sepamos qué se hace y por qué se hace. No es democrático el uso del poder a espaldas de los gobernados, no es democrático que se oculten a los gobernados datos o acciones del gobierno, lo que se tapa bajo la manta del secreto suele atentar contra la libertad, pues cuando algo debe permanecer en secreto –afirmaba Kant- es porque de hacerse público provocaría un escándalo. No son democráticos los servicios secretos, en una democracia perfecta no debería existir, pero ahora me refiero a un sistema internacional verdaderamente democrático, algo que a día de hoy está muy lejos de llegar a realizarse, quizás porque sea un imposible.
Gobierno de lo público en público, decíamos y Platón, grande entre los grandes, lo descalificaba como teatrocracia, por el peligro que conllevaba de convertirse en un espectáculo. Y a esto es a lo que hemos llegado, al espectáculo supremo, escatológico, de la confusión entre lo público y lo privado. El protagonista de esta tragicomedia de nuestro sistema democrático ha sido, en esta ocasión, Raúl Perales Acedo, a la sazón, Director General del Instituto Andaluz de la Juventud. Este señor, ya no es que esté o no apegado a su cargo público –algo por desgracia demasiado extendido para la buena salud de un sistema democrático-, es que considera suyos, personales, los honores y distinciones que van parejos con su cargo. La situación sería grotesca si no fuera síntoma de la degeneración de lo público en privado. Al parecer una de las canonjías de las que goza el director de tal Instituto es un váter en su despacho. Sí, como han oído. Ya decía Nietzsche que el bajo vientre es lo único que impide al hombre considerarse Dios. Aunque ignoro los detalles, accesorios y acabados, supongo que debían de ser sofisticados, pues sólo así se explica que, por traslado de la sede del Instituto a otro edificio, el tal Perales ordenara que desinstalaran el sanitario y se lo volvieran a instalar en la nueva ubicación. Inaudito, pero cierto. Si duda alguna, nuestro personaje lleva al extremo el aforismo latino: Omnia mea mecum porto. Que se traduce por: todo lo que soy lo llevo conmigo.
Que no es bueno sentir apego por las cosas materiales nos lo llevan advirtiendo desde tiempo inmemorial los filósofos estoicos, pero cuando se trata de un cargo político, deberíamos tener mucho más cuidado pues se comienza por nombrarlos, cogen bríos y terminan sentados en el trono. Para remediar estos males mejor que instalar cuartos de baño en los despachos de los altos cargos, regálenseles, junto con la cartera, bacinillas de loza, mucho más sencillas de llevar con uno en caso de traslado, o mejor aún, váyase a estos sitios ya meado de casa, que estas cosas sí que son privadas.
Dios nos asista.
Salud