La corrupción no es algo nuevo. Nos dice Maquiavelo en el capítulo XV de “El Príncipe”:
“siendo mi propósito escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente ir directamente a la verdad real de la cosa que a la representación imaginaria de la misma. Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nadie ha visto jamás ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta diferencia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien deja a un lado lo que se hace por lo que se debería hacer aprende antes su ruina que su preservación”.
La esencia del hombre es movimiento. El hombre no es una realidad estática, sino dinámica. En palabras de Maquiavelo diríamos que es pura volubilidad. “Las cosa humanas están siempre en movimiento o se remontan o descienden”, nos dice en Los Discursos.
Pero el movimiento humano no es absolutamente arbitrario, sino que sigue siempre una dirección, aquella que marcan sus inclinaciones. La naturaleza del hombre es mudadiza pero a la vez es tenaz en sus inclinaciones, la movilidad humana sigue el cauce de las propias inclinaciones. En este sentido, podemos afirmar que los hombres son como siempre fueron.
Las inclinaciones o instintos, que guían el movimiento humano, también le llevan siempre, por tendencia natural al desorden. El hombre abandonado a sus pasiones camina hacia el desorden. En el plano moral esta tendencia al desorden se manifiesta en el correr humano hacia la corrupción y la maldad. La inestabilidad humana es, simplemente tendencia a la corrupción, a volverse el hombre de bueno, malo. Otro de los modos de inclinación del hombre hacia el desorden es su tendencia a lo fácil, huyendo de las empresas difíciles. Esta tendencia, lleva al hombre a seguir una vía peligrosa, la vía del medio.
Si el hombre tiende hacia el desorden por su naturaleza, y además tiende a estancarse, a aferrarse a los usos y a las costumbre, en especial a los usos malos y a las costumbres corrompidas, la necesidad, entendida como cambio de los tiempos o mudanza de las circunstancias, le obligará a enderezar su movimiento. Deberá torcer su inclinación natural de abajo arriba. El hombre sólo alcanzará las cimas de lo humano por virtud de la neccessitá.
Al igual que el hombre, la sociedad está en continuo movimiento, y al igual también, tiende hacia la corrupción. Seguirá este camino descendente hasta que alcance un punto en el que no se admita más corrupción y comience de nuevo el movimiento cíclico, pero ahora ascendente. De la misma manera, en el plano político, los dos polos entre los que se desarrolla el ciclo, son los conceptos de orden y desorden. Pero dejemos que sea el propio Maquiavelo quien nos lo exponga:
“Suelen muchas veces las provincias en sus múltiples vicisitudes, pasar del orden al desorden y, luego, del desorden al orden porque, como la naturaleza no ha dado a las cosas terrenas el poder detenerse, cuando éstas llegan a la cima de su perfección, al no tener ya posibilidad de llegar más alto, no les cabe otro remedio que declinar. De la misma manera, cuando en su descenso tocan fondo a causa de los desórdenes, no pudiendo ya bajar más, necesariamente tienen que comenzar a subir. Así, continuamente se desciende del bien al mal y se sube del mal al bien. Porque la virtud produce tranquilidad, la tranquilidad ocio, el ocio desorden y el desorden ruina; y, de la misma manera, de la ruina nace el orden, del orden la virtud y, de ésta, la gloria y la próspera fortuna”
El ascenso al bien y el descenso al mal, son como un proceso de saturación física: cuando la realidad humana colectiva alcanza la perfección, empieza a iniciarse el movimiento en sentido contrario, hasta tocar fondo, momento en el que se inicia un nuevo ciclo.
Esto es lo que opinaba Maquiavelo haya por los primeros años del siglo XVI, en pleno Renacimiento. Opinaba que hay sociedades que, en función del grado en que esté extendida la corrupción, son aptas para el vivere libero, para vivir libremente o no lo son. Opinaba que los seres humanos no cambiamos y que la Historia también se repite, en un bucle infinito, del bien, al mal degradándose por pasos. Opinaba que una vez que se llega al grado extremo de corrupción ya sólo se puede comenzar a salir de ella. Y también opinaba, como hemos visto, que el hombre sólo es bueno por necesidad.
Estas son sus opiniones y como tales las expongo (muy sumariamente, es obvio). Y me pregunto si quizás son igualmente válidas en alguna medida, aplicables al mundo actual a nuestra situación particular.
¿Hemos tocado fondo? ¿Ha llegado ya la hora de la necesidad, de cambiar esto?
A veces es un ejercicio saludable releer a los clásicos, casi siempre. Suelen juzgar desde otra perspectiva, sin la inmediatez del momento, al contrario desde la distancia y la objetividad que dan los siglos.
Salud