En la primavera del 2006 el amor sonreía como un sol invicto y todo parecía cerca y al alcance de la mano. También Ámsterdam, ciudad a la que regresé, con la excusa de una exposición organizada por el Rijksmuseum, con motivo del 400 aniversario del nacimiento de Rembrandt. La propuesta, inteligente y cautivadora, consistía en “enfrentar” obras del artista holandés con otras de Caravaggio, lo que convertía la visita en una experiencia estética deliciosa e inquietante.
En estos días en los que, más que ruido de sables, se oye crujir de huesos rotos o de prótesis infectadas, he recordado una de las pinturas de Rembrandt allí expuesta: “El festín de Baltasar”. Los pinceles recrean con maestría una de las escenas más misteriosas que contiene la Biblia, aquella que narra el capítulo V del Libro de Daniel. Dice así:
El rey Baltasar hizo un gran convite a mil de los grandes de su corte. Mandó traer los vasos sagrados del Templo de Jerusalén para beber en ellos, al tiempo que invocaban a sus dioses. Aparecieron en el mismo momento unos dedos “como de mano de hombre”, que escribían uno símbolos sobre la pared. Al verlo, el rey, asustado, mandó llamar a los magos y ofreció riqueza y poder a quién de ellos descifrara la escritura. Pero ninguno pudo hacerlo. Entonces la reina recordó a Daniel y aconsejó al rey que lo llamara a su presencia, pues Daniel tenía el espíritu de los dioses, la ciencia y la sabiduría.
Mientras van en busca de Daniel y aguardamos a conocer el desenlace de la historia, recordemos las tres formas legítimas de acceso al poder que, Max Weber –uno de los padres de la Sociología- recoge en su ensayo “La política como vocación”: la legitimidad tradicional o del eterno ayer, propia de las monarquías y de las sociedades patriarcales; la legitimidad carismática, sustentada en “la autoridad de la gracia personal y extraordinaria”, es la de los guerreros y también la de los demagogos; y la legitimidad legal racional , establecida por la leyes y propia de los sistemas democráticos.
En el Reino de España, la Constitución del 78, establece en su artículo 1.3 que “la forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria”. Siendo esto así, se podría sostener que en la persona de Don Juan Carlos I se concitan las tres legitimidades de las que habla Weber. La legal, por ser Jefe de Estado porque así lo establece la Constitución. La tradicional, pues en él confluyen los derechos sucesorios de su dinastía. Y también podríamos aceptar lo carismático de su personalidad. En mi opinión, sólo el concurso de estas tres legitimidades, ha hecho posible un reinado que va camino de los 40 años y del que, a buen seguro, podríamos afirmar que han tenido más luces que sombras.
Por desgracia, “los mil grandes de su corte” que han asistido al festín del Estado, han bebido de vasos sagrados, de los que nunca deberían haber bebido, profanándolos. Motivo más que suficiente para que, en este momento histórico “unos dedos como de mano de hombre” escriben también sobre el muro de España.
Ya ha llegado Daniel. Escuchemos con atención la voz del profeta.
Baltasar y sus invitados y concubinas habían bebido de los vasos sagrados, habían adorado a los dioses de oro y de plata, de cobre, de hierro y de palo y de piedra más no habían glorificado al “Dios que tiene en su mano tu aliento y todos tus caminos”. Es por eso que la mano ha escrito estas palabras:
MANE, que significa que “Dios ha numerado tu reino y le ha puesto término”.
THECEL, que te dice que “has sido pesado en la balanza y has sido hallado falto”
PHARES, que profetiza que “dividido ha sido tu reino y se ha dado a los medos y a los persas”.
Hasta aquí el festín de Baltasar y las palabras del profeta. Ya de vuelta a España, medos y persas andan al acecho, ya no ocultan sus pretensiones de dividir el Reino. Confiemos en que no se cumpla la profecía de Daniel y aprendamos de una vez a no beber de determinados vasos.
Salud
www.oscarmprieto.com
Buenos días, “si es cuestión de luces y sombras, en todas partes quedan claro-oscuros”, quizás sólo quizás necesitemos la claridad de las palabras del profeta Daniel que nos trasmites en tu reflexión, y como bien nos comentas “de algunos vasos será mejor no beber”… aunque me pregunto quién los tendrá más cerca… el ciudadano de a pie o “nuestros supuestos representantes políticos”.
Buena semana, chao, un saludo.