“¡Quiero salir! ¡Y vuelven a meterme!”
Exclama con rabia Michael Corleone. Con el dolor de quien acaba de comprender lo inexorable e inevitable del destino. De su destino.
El Padrino de Coppola prolonga el mismo grito que, muchos siglos antes, había comenzado Sófocles al escribir la tragedia de Edipo –Edipo Rey y Edipo en Colono-. El mismo grito siempre, prolongado por miles de años, en la boca de cada ser humano, en ese instante preciso, en el que no le queda otra opción que gritar, que el dolor y la rabia, por haber comprendido el sentido, inexorable, inevitable, del destino.
Entre Edipo –que mató a su padre, que se convirtió en rey de los tebanos, que se casó con su madre, Edipo, que hizo todo esto sin saberlo, sin saber que era su padre, sin saber que era su madre, y, lo que es peor, que lo hizo sin haberlo decidido, Edipo, el mismo, que se sacó los ojos cuando comprendió que, desde su nacimiento, todo estaba ya escrito en su destino, y se sacó los ojos cuando lo comprendió- y Michael Corleone –el más joven de los tres hijos de Don Vito, el que nunca quiso saber nada de los asuntos de su padre, el que tuvo asumir los asuntos de la familia -cuando mataron a su hermano, cuando casi matan a su padre-, y se convirtió en padrino, el que quiso salir, pero volvieron a meterle-, siempre el mismo destino, el mismo que Borges acertó a nombrar como un camello ciego: Porque ¿quién no ha sentido alguna vez que el destino es fuerte y es torpe, es inocente y es también inhumano?
“¡Quiero salir! ¡Y vuelven a meterme!”
Grita Michael Corleone, en una secuencia de El Padrino III.
La misma secuencia que me vino a la mente hace apenas un par de días, cuando me encontré con esta noticia.
Nada más alejado de mi ánimo que compararme con Edipo, ni con Michael, pero de alguna manera, al leer la noticia, yo también he sentido esa tiranía –torpe, inocente y también inhumana- del destino.
Quiero decir, que no entraba en mis planes –“Si quieres oír reír a Dios, haz planes”- seguir por esta senda del vino y de las leyes. Que en mis planes estaba el dejar a un lado las leyes y también el vino –porque se necesita un ánimo grave y templado y también buen estómago para caminar por este camino-, y sacar, este martes, un conejo distinto de mi caja.
Pero, el hombre propone y Dios dispone.
Yo no contaba con encontrarme en un periódico mejicano –sí, también yo me lo pregunto: qué hacía yo leyendo un periódico de México???-. Como tampoco contaba con enredarme tanto con esta introducción. Si no presintiera vuestro aburrimiento, si nada temiera más que aburriros con todo esto, sin duda, ahora os contaría que durante mis años de Filosofía, completaba las lecciones de la Facultad, con las enseñanzas de El Padrino. Incluso hubiera tenido tiempo para hablaros de San Agustín –San Agustín, que ni de lejos, ha sido el más tonto de los hombres, al contrario-. Sí, seguro que hubiera encontrado un hueco para compartir con vosotros cómo diferenciaba Agustín de Tagaste –obispo de Hipona- un gobierno legítimo de una asociación de criminales. La única diferencia que él encontraba era que el legítimo siempre perseguía, pretendía el bien común (me pregunto si hoy en día sería fácil distinguirlos).
Pero lo cierto es que me doy cuenta de haber agotado el tiempo y vuestra paciencia y no puedo prolongarme más, no más allá de dejaros constancia de esta noticia, la que ha trastocado mis planes:
“El sacerdote venezolano Jesús Genaro Pérez Palencia tiene listo un plan de emergencia en caso de que se agote la reserva de vino para consagrar que usa para las ocho misas que ofrece a la semana en su parroquia de Barquisimeto, en Venezuela: comprar vino chileno o argentino.
La Conferencia (Episcopal Venezolana) está recomendando usar algunos (vinos) similares (al vino para consagrar) traídos de Chile y Argentina”, dice en entrevista con CNNMéxico desde el estado Lara, Pérez Palencia, también conocido como el padre Chulalo.
La Iglesia católica de Venezuela lanzó la voz de alarma la semana pasada cuando dio a conocer que sus reservas de vino para consagrar y de hostias se están agotando por las dificultades que tiene su proveedor venezolano para elaborarlo.
La escasez de vino y hostias afecta a las más de 10,000 iglesias en el país, según Porras, quien añadió que de no contar con los elementos para oficiar misas tendrán que disminuir el número de celebración de eucaristías. Él mismo calcula que desde el siglo XIX no se veía una crisis de este tipo”.
Después de leer esta noticia, comprendedme si me temo lo peor. Esto es el acabose. El apocalipsis va a llegaaaarrr….
Me queda el consuelo de San Agustín:
Ama y haz lo que quieras.
Salud
Tranquilo Oscar, a lo largo de la historia unos dioses han sustituido a otros; en este caso que coja la hogaza de pan y que convierta el agua en vino, o en su defecto que use la cocacola.
Siempre quedan muchas formas de hacer un buen vino, sin tener que comprarlo a otros, la solución que cada uno plante sus viñas… o si no es posible que compren uvas y hagan mosto.
Óscar, el vino, dudo mucho que se acabe… antes es posible que se agoten las buenas ideas, eso si que me da más miedo.
Sorprende esa noticia que viene del otro lado del “Charco”.
Saludos, chao, hasta pronto.
Es una pena cómo está Venezuela. Si esto hubiera pasado hace unos años, se lo podían comprar a Mocoso que era distribuidor por mi zona, pero ahora ni eso.
Que Dios los ampare.
Un abrazo Óscar.
Dos subrayados: Uno, si quieres oír reìr a Dios, haz planes. Dos, la diferencia entre un gobienro legítimo y una asociación de criminales es que el primero busca el bien común. Una conclusión desoladora: mejor no hacer planes para tener un buen gobierno. Cuando la razón se cortocircuita, ahógala en vino.
Estupendo el contenido de la caja, a ver qué nos metes en el monte de piedad.