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Juegos macabros y citas veraniegas

“Un hombre muy rico está comiendo con su hermano. Es su cumpleaños, pero ni siquiera se ha acordado, o si lo ha hecho no parece importarle demasiado. Están en un restaurante extremadamente elegante, probablemente también muy caro, piensa el hermano mientras echa una ojeada a su alrededor. El hombre rico, sin embargo, parece acostumbrado a estar allí. Le llaman por su nombre, le atienden prestos, le rinden pleitesía. El otro hermano, mucho más joven, parece sorprendido. Le mira, y le entrega un sobre con una especie de tarjeta dentro. ¿Qué es esto? Pregunta el hermano mayor muy serio. Es tu regalo de cumpleaños, contesta el joven. El hombre rico mira la tarjeta, se pregunta en voz alta qué será, y sonríe con desgana al hermano, como dudando de que a su edad todavía pueda sorprenderle algo. Le provoca para que le cuente de qué se trata. Él le contesta, sonriendo con convicción:

¿Qué se le puede regalar a un hombre que lo tiene todo?

Mientras se despiden, mis ojos se empiezan a entornar. Entro en la antesala de los sueños pensando en esa frase tan enigmática. Oigo conversaciones de fondo, diálogos que conozco; ruidos lejanos, acción; una chica. ¡Christine!, susurro, abriendo el ojo izquierdo. ¿Cómo estás vieja amiga? Intento mantenerme despierto. Me encanta esa escena, desde que le echa la sopa por encima, y luego en el hospital, cuando se apagan las luces, la escena del ascensor, es genial. Pero al conocerla tan bien, al poco rato pierdo de nuevo la atención y me quedo profundamente dormido. Mi siguiente recuerdo es un estruendo enorme, una fiesta, y un hombre con heridas en la cara. Tardo un poco de tiempo en darme cuenta de lo que está ocurriendo. Por un momento me siento perdido. No sé dónde estoy, ni qué estoy viendo. ¡Ah, ya!, la oscuridad, esa música… es la escena final… Michael Douglas y Sean Penn, y claro… la enigmática Christine. Ahora es cuando se despide de él, en el taxi. Ella se va lejos, y le dice, por la ventanilla… ¡sí, espera!, me acuerdo. Le invita a tomar café al aeropuerto. Pero… ¡lo hace tan sutilmente! would you like to…? Le dice, y sin embargo con los ojos le está diciendo otra cosa mucho más directa. El otro, cansado de tanto juego, pero atraído sin duda por esa mujer tan enigmática, sonríe, mira hacia un lado, mira hacia el otro, y cuando nos creemos que va a entrar en el taxi, llega el fundido en negro, y ese redoble, y ese punteo desgarrado, brutal, oscuro, estridente, como lo es también toda la película.

One pill makes you larger
And one pill makes you small
And the ones that mother gives you
Don’t do anything at all
Go ask Alice
When she’s ten feet tall

Entonces me doy cuenta de que todo el juego consiste en eso. La canción de Jefferson Airplane sobre Alicia en el país de las maravillas. Una pastilla te hace grande, la otra te hace pequeño. Elije cualquiera de ellas, y empieza la aventura. Vuelvo a pensar en esa frase:

¿Qué se le puede regalar a un hombre que lo tiene todo?

Tiempo. Cosas que hacer. Aventuras. Sacarle de donde está y ponerle en cualquier otro lugar. Y que le pasen cosas, las que sean. Eso no importa. Le quitas todo lo que tiene, hasta le dejas tirado en un pueblo fronterizo de México, sin nada; sin dinero, magullado, herido, desconcertado. Tan solo ese reloj tan caro que cambiará por un billete de vuelta, o por una comida caliente, aunque el reloj valga mucho más, pero no allí. Te regalo la aventura de vivir, hermano, de descubrir tu capacidad para salir de situaciones inverosímiles sin tener nada, ni coche, ni mansión, ni tarjetas de crédito, ni teléfono móvil. Porque casi nunca es necesario tener nada. ¡Ah, sí!, además te pongo a Christine.

Eso lo dice, o lo piensa, mejor dicho, uno que está tumbado en el sofá con un enorme cuenco de palomitas medio vacío entre la tripa y el respaldo, y con un gato remoloneando entre las piernas…..”

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Este relato que os he compartido es un pequeño extracto de mi última novela “Mi Vecina Quiere Presentarme a su Gato” en el que el protagonista habla de la película “The Game”, que apenas intuye mientras se echa una cabezadita en el sofá, con el gato de su vecina remoloneando en su regazo. Sirva pues una doble recomendación para este verano: una de mis películas preferidas, (los que no la hayáis visto todavía ya estáis tardando), y también una estupenda novela fresca y original para esos ratos playeros que vais a pasar tumbados en la arena sin pensar en nada (es lo que hay que hacer en verano, no pensar en nada, pero por supuesto también hay que leer, aunque yo no).

No penséis que se me agotan las ideas, lo que pasa es que me gusta unirme al carro de los “refritos” veraniegos. Y, la verdad, tengo que reconocer que no tengo ganas de hablar de nada medio serio. Me agota la realidad. Así que me voy de vacaciones a tierras celtas. No sé muy bien dónde acabaré, y tampoco cuándo volveré. Pero lo que sí sé es que voy a desconectar de todo. Ni siquiera me quedan ya ganas de leer. Deformación profesional, supongo. Estoy tan metido en mi tercera novela, en sus personajes y escenarios, me está gustando tanto, que prefiero aprovechar mis últimas semanas de estos casi dos años de vacaciones literarias y rematarla de una vez por todas, alternando, claro está, con algunas horas muertas de playa, las escapadas en bici, los gin tonics nocturnos, el ribeiro, los percebes y las meigas silenciosas de Galicia.

Y puede que, haciendo una excepción, también alterne con Bolaño. Su novela “Los Detectives Salvajes” me tiene completamente fascinado.

Espero que disfrutéis del verano, es el mejor homenaje que podemos darle a los que por un motivo u otro ya no están.

Nos veremos por estos lares a la vuelta.

Un abrazo.

PD: Os dejo también por aquí el tema de Jefferson Airplane “White Rabbit”

 

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