Me molesta, me indigna, cuando una amiga me dice que se siente insegura subiendo de su casa al metro (o bajando del metro a su casa) porque pasa por un parque donde no dejan de aportarla información innecesaria sobre su físico.
Me molesta, me indigna, que encima os creáis que es un halago, que nos gusta, que nos hace sentir mejor, porque, creedme, tod@s: por cada mujer que dice que le gusta o que a ella no le importa (que conozco casos), hay veinte mujeres, como mínimo, que lo detestan. Y no se trata de diferenciar entre una u otra, se trata de que no creo que os importe si nos gusta o no. Creo que lo hacéis porque es un acto de poder para vosotros, creo que lo hacéis por satisfacer esa necesidad de “ser un hombre” (muy equivocada y desfasada por completo), y que, para poder defender ese derecho (a sentirse más hombre diciéndole a una mujer lo que no le ha pedido que le diga), se extiende esa idea falsa de que “es por nosotras” porque “¿a quién no le gusta que le digan algo bonito?”… Y esa idea es la que se usa para legitimar algo que ya, en pie de guerra muchas veces, estamos diciendo que no nos gusta.
Yo NO me visto para que un desconocido me dé su opinión, ni salgo a la calle como un escaparate perpetuo para que se me observe y valore como si fuese una cosa o un objeto que estáis decidiendo si os gusta o no. NO pido vuestra puntuación sobre mi cuerpo, ni quiero comentarios sobre la ropa interior que puedo o no puedo llevar en ese momento, ni quiero saber si os gustan mis piernas, o si el escote te parece lo suficientemente pronunciado, o si el vestido que llevo me queda bien. NO quiero hablar contigo solo porque tú decidas que quieres hablar conmigo, NO quiero tener que decirte que no quiero hablar contigo de forma educada, ni de forma agresiva. NO quiero tener que sentirme incomoda porque suceda algo de todo lo anterior.
Otra cosa, que yo no sé si es que no se logran definir los términos o distinguir una cosa de la otra, es que me lo diga alguien que conozco. Es decir, que un amigo o un compañero (al igual que lo diría una amiga o una compañera) me diga que ese día estoy muy guapa o note que me he arreglado un poquito. Eso se agradece, pero porque le conozco; yo a mis amigos chicos les digo lo guapos que están ese día o lo bien que les sienta la camisa que llevan y no pasa nada, y al contrario igual (exceptuando por el hecho de que a mí se me levantan los colores rápidamente), pero porque los conozco y hay CONFIANZA. Esa es la gran diferencia, porque a todo el mundo le gusta (a riesgo de generalizar) que nos digan que ese día, pues oye, porqué no, tienes buena cara, o has sabido conjugar con acierto los colores de tu indumentaria (hablando fino y bien).
No se trata de que no se pueda hablar con nosotras, se trata de respetar los límites de la educación que todo ser humano debería haber recibido en su tierna infancia o haber desarrollado como persona.
Yo ya bastante tengo con que mi madre hable de mi peso aun cuando le pido que no lo haga, bastante tengo con enfrentarme al espejo y a mí misma por las mañanas, para que venga el listo de turno a darme una opinión que no le he pedido y que me hace sentir mal cuando no he hecho nada más que vestirme para salir a la calle.
Porque ese “piropo” que tantos hombres dicen que “mientras no sea una grosería es algo que sirve para subirnos la autoestima” es desagradable, de oír y de sentir, no hace falta que te suelten ninguna burrada del tipo “¡Bonitas piernas! ¿A qué hora abren?” o “Si tu culo fuera un banco te la metería a plazo fijo”… frases groseras y de un claro contenido sexual; no, no son necesarias para hacer que una mujer se sienta incomoda. Con un “Hola guapa” (experiencia real y vivida en persona hace solo un par de días) mientras se despega de la pared donde esta apoyado y viene hacia mí con intención de cortarme el paso, a mi ya se me revuelve el estómago lo suficiente. Y digo yo ¿por qué debo sentirme mal por el simple hecho de ir sola hacia mi casa? ¿Por qué nadie tiene que, sin conocerme, tomarse el derecho de decirme cómo soy o dejo de ser físicamente y acercarse a mi? ¿No os parece que es algo injusto hacia mi, como persona, y que tengo derecho a decir que NO lo quiero?
Porque esto, señores y señoras, esto que acabo de contar aquí es real, me ha pasado, y es lo menos que te puede pasar andando sola… y, por si no lo sabíais, SI, es ACOSO, y es el principio de toda la violencia sexual.
Si se legitima el piropo, si se permite el acoso verbal, el convertir a la mujer en una mera exposición que observar y sobre la que opinar (para bien o para mal), se cosifica a la persona… y no somos cosas, ni objetos; pero sobretodo se legitima que el hombre que se siente con derecho para acercarse, tocarnos y hablarnos sin contar con cómo nos sentimos nosotras ante esa invasión de nuestra intimidad, se sienta con derecho a decidir (por supuesto también sin nuestro consentimiento), que puede ir a más. Se legitima la violación y el acoso sexual, se legitima que la mujer no pueda defenderse, porque “como va vestida / actúa así, para que le digan cosas” obviamente “está buscando que la empotren contra la pared”.
Legitimidad y seguridad es la balanza que nadie equilibra, porque yo he salido de fiesta con una minifalda muy corta y un top que enseñaba escote, con mi bota de tacón y maquillada y muy segura de mi misma, pero en la calle todo cambia, y me he sentido mejor cuando mi pareja me ha acompañado hasta el lugar en el que quedaba con mis amigas; lo cual sirve como un escudo contra los acercamientos y las opiniones que no he pedido pero no contra las miradas.
Esa mirada que toda mujer conocer: la que te hace sentir desnuda, indefensa y que te dan ganas de darte la vuelta y quedarte en casa con tu pijama que tapa muy bien todas las partes de tu cuerpo.
Cuando el hombre se comporta como una animal movido por sus instintos sexuales (incapaz de controlarse ni de reprimirse), cuando el hombre anima a otros con su actitud o sus enseñanzas a que la mujer que dice NO siempre es cuestionable porque “la mujer no sabe lo que quiere”, cuando se promueve el acoso como hacen ciertos seres en las redes sociales, cuando leo frases como las que pongo a aquí a la izquierda, se legitima que la mujer no se encuentre segura en la calle y que no pueda andar tranquila de un lado a otro o esperar sola en una plaza sin que tenga que soportar algún tipo de acercamiento que ella no ha pedido. Últimamente he leído mucho sobre el tema, opiniones de ambas partes y no puedo estar de acuerdo con aquellos que afirman que la mujer que dice que no, no tiene porque querer decir que no, ya que si sonríe o te rechaza de forma educada está claro que le interesas y puedes seguir insistiendo.
Por si algún chico me lee diré que si yo digo que NO con toda la educación que me han enseñado mis padres y no me pongo a chillar como una histérica pidiendo ayuda, no estoy legitimando nada. Que diga que NO con una sonrisa porque no quiero ser desagradable, como mi interlocutor, y no lance directamente un rodillazo a las partes bajas del mismo no quiere decir que lo legitime. Que directamente ignore al otro con la esperanza de que se dé por aludido y me deje en paz, no está legitimando que puedas seguir siendo un pesado de pesadilla.
Y creedme, el NO es NO, porque si yo he salido de fiesta y me ha apetecido bailar con un chico que me lo ha pedido he dicho que SI, y si no me apetecía he dicho que NO.
Me resulta curioso el hombre, porque se dan muchos casos (y hablo por experiencia) de estar en una discoteca, o en un pub, o en un bar… o donde sea, y que se te acerque un chico y se ponga a ligar contigo como si tuvieses que dar gracias a Dios por ese regalo del cielo que te ha tocado (mientras tú estás pensando que Dios tiene mucho sentido del humor); el caso es que después de decirle que no te apetece o que no quieres bailar / tomarte una copa / hablar con él, el muchacho no se rinde y decide que merece la pena insistir; una vez que has repetido el proceso dos o tres veces te hartas y le gritas o le empujas para que le quede claro que te tiene que dejar en paz… y entonces ¿qué pasa? Por supuesto el hombre te insulta y da una opinión que no has pedido: te dice que eres fea, o una creída, o una guarra y que no vayas vestida provocando si no quieres que se te acerquen (porque claro, la culpa es mía de que me acosen o me agredan verbalmente).
Así que esa es la fórmula: Se te insinúan + tú dices que no amablemente X 3 veces + insisten + das a entender claramente que no quieres (de forma verbal o física) = te insultan. Es tan lógico que no sé cómo cabe en una cabeza que al hombre le parezca que encima somos nostras las exageradas.
No suelo entrar en temas de machismo ni de feminismo, leo mucho y tengo mi opinión, pero nunca había escrito nada sobre ello. Sin embargo, con todo lo que se ha generado últimamente con lo del piropo y la polémica de eliminar o no eliminarlo ha hecho que me pareciera necesario hablar sobre el tema. Mi propio padre dice que soy una exagerada o que saco las cosas de quicio cuando le digo que la situación es fácil de entender: un hombre en la calle no tiene miedo de la mujer, ni sale de casa pensando si los pantalones o la camiseta que llevan harán que le digan algo que no desea oír, o que le toquen; mi padre piensa que es exagerar cuando le explico que un hombre haciendo footing sin camiseta no es acosado y que el día que denuncie que lo es podrá ponerse en la piel de la chica que por llevar un top ajustado cuando sale a la calle (ojo, no por ir sin camiseta) le increpan y le dicen cosas que ella no ha pedido.
Esta situación convierte al hombre en un privilegiado y, como privilegiado, debe ayudar al cambio.
Si el hombre no siente que es un privilegio poder salir a la calle sin miedo, poder salir vestido como quiera sin siquiera cuestionarse las consecuencias, sin sentirse acosado o mal por la ropa que lleva o el cuerpo que tiene… es hora de poner las cartas sobre la mesa y decir las cosas como son.
Y podéis opinar lo que queráis, pero que me digan que exagero cuando intento explicar que, mientras un hombre no se para a pensar que por llevar un pantalón corto en verano puede tener problemas volviendo por la noche solo a casa, una mujer si puede temer ponerse una falda en las mismas condiciones, hace que me salte la alarma.
Yo solo digo que si legitimáis (hombres y mujeres) que se nos piropee en las calles, que opinen sobre nosotras como si fuésemos trozos de carne, como si estuviésemos en el mercado y solo se estuviese exhibiendo la compra del día, legitimáis que ese hombre pueda sentirse con la confianza de, además de hablar, tocar… y no solo eso, legitimáis que se sienta con derecho a tratarnos como un trozo de carne y que pueda intentar agredirnos, no solo verbalmente, sino físicamente.
¿Y sabéis lo peor? Que encima legitimáis que la culpa se le eche a la víctima, porque por supuesto es ella la que lo estaba pidiendo por su forma de vestirse / de bailar / de mostrarse al mundo.
Lo dicho, podéis decir lo que queráis, pero si legitimáis el grano de arena legitimáis la montaña. Aunque también podéis seguir haciendo como si no pasase nada.
Lucía Berruga Sánchez
* Todas las imágenes de este post han sido obtenidas de las fuentes de imágenes de Internet
Publicado en http://sobrevolandolacultura.blogspot.com.es/