Vierte en una coctelera la visceralidad de David Cronenberg (La mosca, 1986), la introspección tan onírica como terrorífica de David Lynch (Mulholland Drive, 2001), la inquietante puesta en escena de Stanley Kubrick (El resplandor, 1980) y algo de la tecnología y el negro sentido del humor de Paul Verhoeven (Robocop, 1987), sírvelo mezclado, no agitado