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REIVINDICANDO EL CINE DE LOS 80 (29): LOS SEÑORES DEL ACERO

Europa Occidental. Comienzos del siglo XVI. El mundo transita de la Edad Media a la Edad Moderna. La época perfecta para que el director holandés Paul Verhoeven (Desafío Total, Instinto básico) ambiente Los señores del acero, dándose un baño de sus mayores obsesiones: violencia, sexo, lujuria, traiciones, acero, tortura… y sangre. Todo un espectáculo rodado íntegramente en España (Cuenca, Cáceres y Ávila), coproducido entre Estados Unidos, Holanda y España y protagonizado por todo un icono del cine como es Rutger Hauer (el inolvidable Roy ‘Nexus 6’ Batty de Blade Runner) y que, pese a su fracaso en taquilla, abrió a Verhoeven las puertas de Hollywood. Dos años después, en 1987, dirigiría Robocop, iniciando el camino de una meteórica carrera. Vamos al lío…

Los señores del acero sigue la historia de Martin (Rutger Hauer), líder de un grupo de mercenarios traicionados por su señor tras ayudarle a conquistar una ciudad. Desprovistos de su derecho a la violación y el saqueo, también son despojados de todas sus pertenencias y abandonados a su suerte. Pero Martin no está dispuesto a aceptar la derrota y decide vengarse: rapta a Agnes (Jennifer Jason Leigh, Mujer blanca soltera busca), la prometida de Steven, el hijo del señor feudal, y toma un castillo del que se autoproclamará señor. Allí pretenderá vivir la vida de aquellos a quienes siempre ha servido y le han traicionado, haciendo de Agnes su concubina. Pero Steven, su prometido, dispuesto a hacer lo que sea por recuperarla, asediará el castillo con la ayuda de los hombres de sus padre y sus inventos fruto de su admiración por las creaciones mecánicas de Leonardo da Vinci. Es el brutal enfrentamiento de dos mundos opuestos en colisión: la crueldad de una Edad Media en decadencia con la religión y el acero como estandartes y el instinto como motor… y la Edad Moderna, con la ciencia como percusor y la razón y la pólvora como combustibles. El oro como recompensa. Y la peste bubónica como castigo.

Verhoeven se las ingenió como pudo para exprimir el escaso presupuesto, 7 millones de dólares, y dar a Los señores del acero la pátina de superproducción necesaria para convertirla en un sórdido retrato del ser humano, sus más bajos instintos, sus más oscuros deseos y su más cruel destino. Pero lo pagó caro con continuos enfrentamientos con el equipo técnico y, sobre todo, con Hauer, que hasta entonces había sido su amigo y actor fetiche (Delicias turcas, Katty Tippel, Eric, oficial de la reina). Nunca más volverían a trabajar juntos pese a labrarse una cerrera en paralelo en Hollywood, con mayor éxito y reconocimiento para Verhoeven, eso es cierto, que ya estaba en el punto de mira de los yanquis y que el mismísimo George Lucas había querido para dirigir El retorno del Jedi en 1983. No puedo resistirme a la idea de imaginar qué habría hecho Verhoeven con lo ewoks…

Como curiosidades, por un lado, tres coincidencias: Brion James, que encarna a uno de los mercenarios que acompaña a Martin, ya había coincidido con Rutger Hauer en Blade Runner dando vida al replicante Leon Kowalski. Jennifer Jason Leigh compartiría cartel con él un año más tarde en Carretera al infierno. Y Basil Poledouris, responsable de la banda sonora, ya había visitado tierras españolas con su partitura para Conan, el bárbaro. Y por otro, en la película también aparece Ronald Lacey, el malvado Amon Toht de En busca del arca perdida.

 

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