Hay películas adelantadas a su tiempo, tanto por la forma como por el contenido. Y en 1982 se estrena una de ellas, TRON, escrita y dirigida por Steven Lisberger y protagonizada por Jeff Bridges (El gran Lebowski). ¿La forma? Unos revolucionarios efectos especiales que suponen la primera vez en la historia en que algunos planos son completamente generados por ordenador. Algo que a la Academia de Hollywood le parece hacer ‘trampa’, por lo que decide, injustamente, no nominarla al Òscar a los mejores efectos especiales. ¿El contenido? Una alerta sobre los peligros de la Inteligencia Artificial con una frase de diálogo tan contundente como demoledora y visionaria: «las computadoras empezarán a pensar y los hombres dejarán de hacerlo». Y lo hace con un espectáculo visual sin precedentes hasta la fecha, con un deslumbrante UNIVERSO propio de ‘realidad alternativa’ de la que en el futuro beberán muchas películas como Matrix o Nivel 13 (1999). Vamos al lío…
Flynn (Jeff Bridges) es un programador despedido por Ed Dillinger (David Warner, Los héroes del tiempo) de ENCOM, una empresa de computadoras. ¿El motivo? Apropiarse de la autoría de los videojuegos creados por Flynn que triunfan en los salones de ‘maquinitas’ y, cómo no, con sus jugosas ganancias. Pero Flynn planea una venganza al más puro estilo hacker: introducirse en el sistema informático de ENCOM y encontrar las pruebas que demuestran que, efectivamente, él es el autor de todos esos videojuegos. Pero un fallo en el sistema hace lo que parece imposible: digitalizar a Flynn e introducirle, literalmente, en el sistema operativo. Un mundo paralelo dominado por el ambicioso Control Central de Sistemas en el que los programas se convierten en alter egos de sus programadores y luchan por ellos, y entre ellos, en duelos a muerte inspirados en los videojuegos de Flynn: desde combates con sus discos duros a modo de frisbees mortales a carreras de motos que dejan una estela sólida como un muro de hormigón, trazando un laberinto para que el contrincante acabe estrellándose contra él y muriendo.
En su búsqueda por ese mundo peligroso y perseguido por el ejército del alter ego digital de Dillinger, Flynn contará con la ayuda de una serie de programas y descubrirá una conspiración del Control Central de Sistemas que, tomando conciencia de sí mismo como hiciera Skynet en Terminator (James Cameron, 1984) o la W.O.P.R de Juegos de Guerra (John Badham, 1983), planea acabar con la humanidad introduciéndose en los sistemas informáticos del Pentágono y el Kremlin para enfrentar a las dos mayores potencias del mundo.
Con un presupuesto de 17 millones de dólares y una recaudación de 33, TRON fue un éxito moderado en taquilla. La crítica tampoco ayudó. Aunque alababa la espectacular propuesta visual, «es una máquina de deslumbrar y deleitar. Es brillante ,y técnicamente, quizás sea un nuevo hito», también criticaba su historia, «es bonita pero tonta. Los fans de los ordenadores quizás la adoren». Nada de eso impide que, con el paso de los años, se convierta en una película de culto, alabada por profesionales del sector como el director John Lasseter, quien llega a decir que sin TRON, su película Toy Story (1995) no habría sido posible.
Como siempre, el tiempo termina poniendo las cosas en su lugar. Eso sí, no fue hasta 1989 que una película ganase el Óscar a los mejores efectos especiales siendo estos generados por ordenador. La afortunada fue Abyss (James Cameron), abriendo el camino al reconocimiento de estos efectos sin los cuales muchas películas que vinieron después, desde Terminator 2 (James Cameron, 1991) a Matrix (Hermanos Wachowski, 1999) pasando por Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993) no habrían sido posibles.