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JOKER 2: EL PROBLEMA NO SON LAS CANCIONES

Cuando uno va al cine a ver Joker: Folie à Deux sabe perfectamente que va a ver un musical. Todd Phillips nunca lo ha escondido. Warner nunca lo ha escondido. De hecho, es lo que se ha vendido desde el primer momento, cuando se inicia la producción, durante el rodaje y, más tarde, en los tráilers. Y si vas a ver un musical, obviamente va a haber canciones. Y Todd las incluye en un ejercicio de estilo perfectamente justificado con la trama y con el personaje de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) quien, desde su aparición estelar en un show en prime time de televisión presentado por Murray Franklin (Robert de Niro) que culmina con el asesinato de éste en la primera entrega, Joker (2019), se convierte en una estrella mediática . ¿Y qué efecto tiene eso en la mente enferma de Fleck? Que se cree protagonista de su propio espectáculo y de que el mundo es su escenario. Y es precisamente lo que oímos más de una vez en la secuela que nos ocupa, con la letra de la canción That’s entertainment, del musical de 1953 Melodías de Broadway 1955, protagonizada por Fred Astaire.

ESO ES ENTRETENIMIENTO. Es decir, ESO ES ESPECTÁCULO. Un espectáculo que crece en la mente de Fleck cuando lo comparte con Harley Quinn (Lady Gaga) y al show se añade una historia de amor que, de nuevo, sigue justificando la presencia de números musicales y que ambos personajes utilizan para comunicarse y demostrar sus sentimientos. Que es lo que ocurre en todos los musicales…

Llegados a este punto, si el problema de Joker: Folie à Deux no son las canciones, ¿qué lo es? Las EXPECTATIVAS. Porque cuando la película de 2019 acaba con Joker fugándose de Arkham, uno espera que en su secuela se desate el caos y la anarquía. Porque si, además, la incendiaria Harley Quinn se pone de su parte, ese caos debe multiplicarse y vamos a asistir a la detonación de un arma de destrucción masiva. Una auténtica revolución liderada por esos dos personajes, a priori, tan atractivos. Nada más lejos de la realidad. Porque Joker: Folie à Deux comienza con el Joker de nuevo en Arkham y pendiente de enfrentarse a un juicio acusado de varios asesinatos. A partir de aquí la película se centra en determinar dónde acaba Arthur Fleck y comienza el Joker, utilizando el proceso judicial para desdoblar su personalidad y averiguar si está o no loco, si era o no era consciente de sus actos. No hay locura, ni anarquía, ni violencia, ni caos…, sino el viaje interior de Arthur para acabar descubriendo que no es protagonista de ningún espectáculo sino de la vida. Una vida sin focos pero con consecuencias. Sin espectadores sino con víctimas. Con efectos colaterales y no la posibilidad de una nueva entrega. ¿Convierte eso a Joker: Folie à Deux en una mala película? No. ¿Cumple las expectativas? Tampoco. ¿Es Todd Phillips responsable de nuestra decepción? No. Porque los responsables de nuestras expectativas somos nosotros, no él.

Por eso, achacar el fracaso de la película a las canciones, o a Lady Gaga, que cumple su papel, es absurdo. Nuestras expectativas eran otras. Y, en lugar de aceptar lo nuevo que se nos ofrece, ese ejercicio de Todd para no repetir la fórmula, nos aferramos a nuestras expectativas. Que, por supuesto, somos muy libres de generar, pero no para alimentar tanto ODIO como se está vertiendo contra la película de forma injustificada…

 

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