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BITELCHÚS, BITELCHÚS: SIN CHÚS

Como ya hiciera con Batman (1989) y Batman vuelve (1992), Tim Burton vuelve con Bitelchús, Bitelchús a dirigir una secuela de una película propia, Bitelchús (1988). Y el resultado es prácticamente igual que lo que le sucedió con las nuevas aventuras del hombre murciélago: decepcionante.

35 años después de la primera joya que inventaba un universo propio de fantasmas, exorcistas, demonios y la vida después de la muerte, Burton ha perdido en “chús”, el “mojo” como diría Austin Powers, la chispa, el “flow” o, como diría Yoda, LA FUERZA.

La necesidad de recurrir a la nostalgia de los que vimos la primera y el asombro que deben sentir las nuevas generaciones al descubrir las andanzas de Bitelchús, ese personaje único donde los haya, burlón a la par que cruel, obsceno a la par que caballero, tan ingenioso que no da puntada sin hilo, interpretado por un soberbio y divertidísimo Michael Keaton, se funde en un mix que no termina de encajar. Un guion que abusa del exceso de tramas, ahí están los personajes y actores de antes para nosotros (junto a Keaton, Wino Ryder o Catherine O’Hara), los viejunos, y los jóvenes para ellos (para eso están Jenna Ortega y Arthur Conti), la chavalería, que se cruzan con la incertidumbre de un paso de trenes sin barrera, el apremio de un eyaculador precoz y los continuos giros y trucos de un prestidigitador para sorprender a su público.

Bitelchús, Bitelchús es entretenida y divierte, pero no termina de emocionar. No hay una sensación de haber visto algo nuevo. Sino un refrito pese a las nuevas incorporaciones de Willem Dafoe, muy divertido, y Mónica Balluci, tan hermosa como perversa o el patético (su personaje) Justin Theroux,

Por eso hablo de joyita. Porque, pese a todo, Burton intenta ser fiel a sí mismo, con ese mundo donde la animación en stop motion demuestra que lo digital no va con él. Y te lo agradecemos, Tim.  Lo que no te voy a perdonar es que no contaras con Jeffrey Jones para retomar su papel de padre de padre de Winona porque en su momento fuera condenado por pornografía infantil. Algo que ya pagó en la cárcel. Y demuestres, reviviendo su personaje en forma de dibujo a animado o títere sin cabeza, que la reinserción no existe. Que no hay segundas oportunidades para aquellos que cometieron un delito, pagaron por ello y ahora son personas libres. Y, lo peor de todo, que a pesar de esa decisión que has tomado, vuelvas a contar con Danny Elfman como compositor de la banda sonora pese a que él fue, en su momento, demandado por abuso sexual. La razón es bien sencilla: él está detrás de la cámara. Por eso no los mides por el mismo rasero.

En definitiva, Burton vuelve alejado de sus grandes joyas, como las mencionadas Bitelchús, Batman, Eduardo Manostijeras, Ed Wood, Sleepy Hollow, Big eyes o su obra cumbre, Big Fish, para regresar a su otro universo, el de las decepcionantes El planeta de los simios, Mars Attacks!, Charlie y la fábrica de chocolate, Alicia en el país de las maravillas, Sombras tenebrosas o Dumbo.

Oportunidad perdida de Burton para demostrar los gran cineasta, y esto no lo pone nadie en duda, que es.

 

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