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ALIEN: TRÚÑULUS, OPORTUNIDAD “PERDUTA”

Te llamas Fede Álvarez, tienes 46 años y estás en la cresta de la ola por haber escrito y dirigido un puñado de películas de terror que están bien (No respires 1 y 2, un remake de Posesión infernal, otro de La matanza de Texas…), pero tampoco son para tirar cohetes. Entonces, te llega la oportunidad de tu vida: ampliar el universo Alien. Y la cagas. ¿Por qué?
Porque vuelves a demostrar que eres un guionista mediocre, sobre todo en lo que a casting y creación de personajes se refiere, pasándote por el forro todas las lecciones que las anteriores Aliens dieron al respecto. Vamos al lío.
Alien, el octavo pasajero: inicia la saga un grupo de camioneros espaciales formado por el valiete y resolutivo Dallas (Tom Skerritt), Ripley (por entonces una prácticamente desconocida Sigourney Weaver), la histérica Lambert (Varonica Cartwright), el ingenuo Kane (John Hurt), el despistado Brett (Harry Dean Stanton), el rudo Parker (Yaphet Kotto) y el enigmático Ash (Ian Holm). Un abanico de personajes y carismas (tanto de personajes como de actores) que poco a poco van muriendo a manos del xenomorfo. Muertes que te afectan por el modo en que empatizas con cada una de sus personaliades y que sorprende desde el primer momento cuando, después de la muerte de Kane al reventarle el pecho el baby alien, Dallas, el supuesto protagonista, es el siguiente en caer. Así hasta el gran final donde la única superviviente de la Nostromo es el personaje, a priori, menos importante , Ripley. Giro de guion y sorpresón. Una maravilla.

Aliens, el regreso: a Ripley se suma un grupo de marines del espacio, cada uno de su padre y de su madre. El estrico sargento Apone (Al Matthews), los duros Vásquez (Jenette Goldstein) y Drake (Mark Rolston), el sarcástico Hudson (Bill Paxton), el resolutivo Hicks (Michael Biehn), el pragmático droide Bishop (Lance Henriksen), el cobarde Burke (Pauil Reiser)… De nuevo, caían de uno en uno y cada muerte significaba algo. Otra maravilla.

En Alien 3, ambientada en una prisión espacial, acompañaban a Ripley, Clemence (Charles Dance), Dillon (Charles S. Dutton) o Andrews (Brian Glover); en la denostada Alien Resurrección, Ripley era respalda por la fenomenal pareja formada por el pistolero Johner (Ron Perlman) y Vriess, en silla de ruedas (Dominique Pinon), el líder de la banda Elgyn (Michael Wincott), el loco Dr. Gediman (Brad Douriff), el guaperas Christie (Gary Dourdan), el maquiavélico Dr. Wren (Paul Freeman)… En definitiva, de nuevo grandes actores y grandes (y, sobre todo, diferentes) personajes. De nuevo otro ejemplo de heterogeneidad.

Entonces llegas tú, Fede y escribes y diriges Alien: Romulus. ¿Los personajes? Un grupo de chavales más planos que una tabla de planchar. Todos iguales. Intercambiables. Por eso te da igual quién muera y cómo, a la usanza de los slashers para el público adolescente. Ya sabes desde el principio quién va a sobrevivir. Y el orden de las muertes no afecta al resultado: una mediocridad. Muy bien hecha, sí. Con mucho presupuesto. Pero sin una maldita sorpresa o idea original más allá, eso sí, de la relación de la protagonista (la que sabes desde el principio que va a ser la única superviviente) con su “hermano” sintético (que, pese a que los droides, supuestamente no tienen emociones, se pasa todo el metraje con una expresión de infinita y aburrida tristeza). Ya está bien, Fede, de tirar de nostalgia viviendo de lo que otros hicieron antes y mejor que tú. No sabes escribir personajes interesantes ni elegir actores con carisma, deja que sean otros quienes lo hagan por ti y así céntrate en el supuesto talento que tienes como director.
Una oportunidad perdida para resucitar una saga que lo que realmente necesita y merece es traer a los xenomorfos a la Tierra y se arme la de Dios. ¿Por qué encerrar a la bestia en una nave espacial o planetas remotos una y otra vez en lugar de liberarla par que campe a sus anchas en nuestro querido planeta sembrando el caos y la destrución? Eso sí que sería echarle cojones y hacer algo nuevo.

PD: no menciono Prometeus ni Covenant porque, como Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, nunca existieron.

 

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