Que la ficción coreana es una caja de sorpresas es un hecho. Y que es mucho más que EL JUEGO DEL CALAMAR o PARÁSITOS, también. Y esa es también su principal virtud, porque se atreve con todo tipo de géneros sin caer en el “american way of filming”, siendo capaz de realizar un remake de un película yanqui como ALONE (2020) y, al contrario de lo que lo ocurriría en el caso opuesto, mejorarla hasta niveles increíbles en ALIVE (2021). Porque su cine es una caja inagotable de nuevas ideas, creatividad y, sobre todo, mucho riesgo. Que es lo que sucede con SINK HOLE. ¿Qué pensaríais si os dijera que es un cruce entre AQUÍ NO HAY QUIÉN VIVA y PÁNICO EN EL TÚNEL (Daylight)? Porque eso es lo que es. Lo que comienza como una comedia costumbrista ambientada en la comunidad de vecinos que integran los habitantes de un bloque de apartamentos se convierte en una pesadilla cuando el edificio se precipita 500 metros al interior de la tierra y se convierte en una trampa mortal. Buenas interpretaciones, buenos efectos especiales y mucho espectáculo que alcanzó el millón de espectadores el sexto día de su estreno y obtuvo estupendas críticas. No me cabe ninguna duda de que pronto habrá un remake yanqui… y que volverá a ser un fiasco. Solo ellos son capaces de destrozar maravillas como la danesa THE GUILTY (2018) convirtiéndola en un catálogo de histrionismo “made in” Jake Gylenhaall y efectismo barato “made in” Antoine Fuqua en CULPABLE (2021). Nos os la perdáis.