Cuando oímos “teatro” solemos pensar en los clásicos, desde Shakespeare a Lorca pasando por Calderón de la Barca o Fernando de Rojas. Tramas sencillas, actores impostados, monólogos interminables, dramatismo exagerado, tempo soporífero… Ése es el error. Porque el cine no solo se nutre de ideas originales (cada vez menos) o adaptaciones literarias y comiqueras (cada vez más), sino también de historias modernas que nunca pensamos (o imaginamos) que pudieran haber sido representadas anteriormente en un escenario. Y este año hemos tenido dos buenos ejemplos de ello: EL PADRE o SMALL ENGINE REPAIR. Dos estupendos ejemplos de dirección cinematográfica y actoral donde el gradual deterioro por alzheimer de Anthony Hopkins, o la inmersión de 3 amigos (John Pollono, Shea Wigham y Joe Bernthal) en una trama criminal provocada por la “desaparición” de la hija de uno de ellos, suponen dos viajes dramáticos muy actuales que no os deberíais perder. Porque el teatro puede ser muchas cosas, y todas ellas muy alejadas del cliché que lo estigmatiza. Ya lo demostró Joseph L. Mankiewicz en 1972 llevando a la gran pantalla LA HUELLA, de Anthony Shaffer, un juego mortal… y estratosférico duelo interpretativo entre Lawrence Olivier y Michael Caine; GLENGARRY GLEN ROSS (1992), adaptación de la obra del siempre interesante David Mamet con Jack Lemmon, Al Pacino, Ed Harris, Kevin Spacey y Alec Baldwin, cuya intervención de apenas solo 5 minutos ya merece su visionado; LA MUERTE Y LA DONCELLA (1994), otro duelo interpretativo, esta vez entre Ben Kingsley y Sigourney Weaver, firmado por Roman Polansky y basada en la obra homónima de Ariel Dorfman que nos transportaba a uno de los episodios más oscuros de la historia de Chile, o ALGUNOS HOMBRES BUENOS, (1992), basada en el libreto de todo un genio como es Aaron Sorkin (guionista de EL JUICIO DE LOS 7 DE CHICAGO, LA RED SOCIAL, MOLLY’S GAME), y que nos metía de lleno en un juicio militar por un crimen cometido en Guantánamo. Así es el cine. Te puede descubrir episodios desconocidos de la historia, casos reales inimaginables, novelas increíbles, superhéroes en vías de extinción…, y obras de teatro que, a diferencia de todo lo anterior, difícilmente tendrás oportunidad de ver representadas, ni encontrarás en una librería o biblioteca. Esa es la magia del séptimo arte. Una puerta hacia lo desconocido. Lo inaccesible. Lo nuevo. Estas son mis recomendaciones. ¿Cuáles serían las vuestras?