Están viejos.
Y cansados…
Muy cansados
De poco les sirve rodearse de cuatro niñatos a los que deseas que el malo de turno, esta vez un divertido Mel Gibson, se cargue de la forma más violenta desde el minuto uno. Porque apenas tienen energía para levantar sus metralletas y sospechas que utilizan dobles incluso cuando caminan de espaldas… y taca taca cuando van al baño.
Soy fan (pero fan de poster…) de las dos primeras entregas de Los Mercenarios, pero en esta última aventura queda claro que la tropa ya no está para esos trotes. Empezando por Harrison Ford: viejo, arrugado, encogido, disminuido… sí señores, Indiana ya es abuelo. Y da una pena (que diga yo esto…, no sabéis cuánto me duele)… O Stallone, que en lugar de cuello tiene una tubería que no giraría ni con grúa.
Después de décadas alimentando nuestras necesidades de testosterona ha llegado el momento de jubilarse. Y lo digo con todo el dolor de mi corazón. Porque todo lo que empieza, acaba. Y si bien es cierto que podrían seguir resucitando “action man” dinosaurios como Michael Dudikoff (El guerrero americano), Carl Weathers (Depredador, Rocky, Acción Jackson), Brian Bosworth (Frío como el acero), Kurt Russell (1997 Rescate en Nueva York, Golpe en la pequeña China) o Steven Seagal (Por encima de la ley)… se merecen un final mucho más épico que acabar acompañados de jóvenes con menos carisma que un político español y menos presencia que una bellota (ni siquiera voy a escribir sus nombres porque nadie se acordará de ellos en su puta vida)… y dando segundas oportunidades a otros que van de duros pero que nunca llegarán a estar a su altura (ahora Jason Statham y Wesley Snipes, pronto podrían ser Keanu Reeves, Nicholas Cage o Vin Diesel).
Cuando pienso en esto, sueño. Y lo que sueño es un final por todo lo alto para estos abuelos. Una última entrega donde el equipo capitaneado por Stallone se embarca en una misión suicida. Pero esta vez… de verdad. Y que como esa banda de vaqueros liderados por William Holden en Grupo salvaje, que descubren que su tiempo pasó, que el mundo ha tomado una dirección mientras ellos se han quedado anclados en los años que les hicieron grandes, mueren gloriosamente en un tiroteo final antológico que quedará para el recuerdo en la historia del cine: Stallone y Schwarzenegger abatidos por un ejército inagotable en una orgía de explosiones e impactos de bala… que animaría la instantánea final de Dos hombres y un destino. El último aliento de los héroes con los que hemos crecido. Los que nos hicieron reír y soñar con ser valientes. Duros. Implacables. Los que nos llevaron al cine. Con la ilusión de compartir sus nuevas aventuras.
Por mucho que nos duela. Y por mucha gracia que nos haga ver a Antonio Banderas paseándose con ellos, soltando chistes y riéndose hasta de su sombra (lo mismo para la cuarta se animaría Eddie Murphy). Sí. También él, novio de la muerte, Banderas GRANDE, tendría su final épico como personaje de acción. A otra cosa mariposa. Y sin relevo.
Porque no habrá nadie como ellos.
Como Stallone y Scharzenegger.
Y para los que reniegan de ambos, recuerdo algo que me dijo en una ocasión Benito Zambrano: “puede que Arnold no sea buen actor pero, ¿crees que Robert de Niro habría hecho mejor que él de Terminator?”
Pues eso.
Al César lo que es del César.