Murió “abrazado” a un terrorista suicida.
Que intentaba entrar en una escuela con más de 2000 alumnos para hacerlos volar, a TODOS, por los aires.
Y quien se lo impidió no fue un militar, segurata o madero. Ni siquiera el conserje o uno de los profesores, con el de gimnasia y su inseparable pito colgando del cuello a la cabeza.
No.
Fue un chaval de 15 años.
Quién evitó la tragedia.
Ocurrió en Pakistán. Pero podría haberlo hecho en cualquier otro lugar, manifestándose de forma menos explosiva pero, no por eso, menos heroica.
Porque lo que el joven Aitzar Hasan evitó fue una injusticia. Y pagó con su vida.
Ahora imagina lo que podrías haber evitado el tiempo que llevas disfrutando de la tuya a cambio de un ojo morado, una patada en los huevos… o 20 euros menos en el bolsillo.
¿A que jode?
¿No?
Pues a mí sí.
Hace muchos años, tendría yo unos 20, iba en el metro. Sentado. Supongo que escuchando música en el walkman, como siempre. El tren se detuvo en la estación. Salieron y entraron pasajeros. Lo normal. Salvo uno de ellos. De los “nuevos”. En pie, apoyado en la pared del extremo del vagón que, cuando éste se puso en marcha, impulsado por la inercia, tuvo que agarrarse a una de las barras superiores para no caer de bruces contra el suelo.
El momento definitivo.
Porque el balanceo de su abrigo dejó al descubierto la culata de una pistola asomando por encima de la cintura del pantalón.
¿Qué dura el trayecto de una estación a otra en La Capital? ¿Minuto o minuto y medio?
Joder, a mí se me hizo eterno.
Y sólido. Porque fui incapaz de moverme.
Hasta la siguiente parada.
Aunque no fuese la mía.
Porque salí echando hostias y no me detuve hasta alcanzar la superficie y encender un pitillo con los huevos duros como castañas. En el camino me había cruzado con varios seguratas del metro. Podría haberles dicho algo. Pero no lo hice. Lo peor de todo, la razón: hacer el ridículo y que no me tomaran en serio. Que se rieran de mí.
Sólo tuve lo que hay que tener para salvar el culo. Mi culo. Por si las moscas.
No sé quién coño era ese tío o si llegó a cometer algún delito con su pipa. Pero una cosa sí tengo clara: si no lo hizo no fue gracias a mí.
De haber estado yo en la escuela pakistaní en lugar de Aitzar Hasan, nos habríamos ido todos a tomar por el culo.
¿Qué habría pasado si hubieras estado tú?
Puede que hubiese hecho lo que tú. Porque mis allegados siempre me tildan de miedica y peliculera.