Aquí donde me veis (o más bien leéis) he ganado varios Oscars y Goyas. Me ha entrevistado Benafuente. Y he sido portada de algunas revistas. Mis discursos de agradecimiento siempre han sido tan emotivos como ocurrentes. Mis respuestas, aplaudidas. Y mis estilismos, motivo de tendencia. Claro que soy el único que ha visto, oído o disfrutado de todo esto. Porque lo hacía soñando…
Aunque fuera despierto.
Una costumbre muy extendida entre todos aquellos a quienes se nos va “la olla”.
Como Walter Mitty.
Que sueña con una vida mientras intenta hacer algo para conseguirla.
Como esa frase lapidaria en el momento justo y con un destinatario claro…
Que siempre llega tarde.
Ese “puñetazo” sobre la mesa…
Que solo das cuando estás solo.
Esa exhibición de tu talento…
Que únicamente se manifiesta cuando no mira nadie.
El recuerdo de lo que una vez fue y parece haberse perdido…
Como la ilusión que te acompañó durante la infancia y buena parte de la adolescencia hasta que un día te dejaste seducir por la “realidad” del mundo y te pareció más interesante dejar de creer en dragones, caballeros y princesas, la magia…
Pensando que esto te hacía más interesante…
Tanto como volcarte en el trabajo como si en ello te fuese la vida.
Hasta que un día vuelves a soñar. Y te das cuenta de que todo es posible. De que la magia existe… si quieres verla.
Si eres o has sido soñador vete al cine y descubre que Ben Stiller es mucho más que Zoolander y su mirada “Magnum”.
La sala estaba a reventar, con una atmósfera creada entre todos para hacernos reír y emocionarnos a partes iguales con esta película visualmente poderosa y musicalmente inspiradora.
Algunos pensarán que he perdido mi “mojo”.
Pero yo prefiero pensar que he ganado un poco de color.
Aunque sea un poco.
O de ilusión.
Aunque sea otro poco.
Y esa parte de chaval que espero no volver a perder nunca.
Como Walter Mitty.