Imagina que un buen día descubres que tu abuelo fue uno de los mayores hijos de puta que ha parido madre. O tu abuela. Incluso tu padre. Algo que la mayoría de las veces no sucede con los brotes de primavera, sino con lo oculto bajo tierra. Las raíces. Y todos somos susceptibles de que nos ocurra. Porque en todas partes cuecen habas. Algo que llevo toda la vida diciéndole a mi madre. Sobre todas aquellas familias aparentemente modélicas que te pueden hacer sentir mal cuando las cosas se tuercen para ti, por esa aparente perfección que, siempre, siempre, siempre, esconde rincones sórdidos y oscuros. Escándalos. Engaños. Traiciones. La vida misma…
Pero hay carambolas que no dejan de sorprenderme: que un nazi, uno de los miembros de las SS más sádico y cruel acabe, sin saberlo, por supuesto, ya que está como tiene que estar, rematadamente muerto, teniendo una nieta mestiza porque su hija mantuvo relaciones sexuales con un estudiante de origen nigeriano… se las trae.
Si digo Amon Goeth quizá no sepáis de quién se trata. Pero si añado que es el personaje real que interpretó Ralph Fiennes en La lista de Schindler… Sí, ya estáis viendo su mirada enferma. Y le recordáis disparando a los judíos del campo de concentración de Plaszow desde el balcón de su residencia.
Pues bien, el bueno de Amon, que murió ahorcado por los delitos cometidos durante la guerra, tuvo una hija, Monika, con su secretaria, Ruth Irene Kalder. Y Monika, una aventura en los años 60 con un estudiante de origen nigeriano de la que nació Jennifer. La chica mulata. Que habrá conseguido, sin proponérselo, que su abuelo se revuelva en su tumba…
La verdadera identidad de Amon se mantuvo sorprendentemente en secreto. Primero para su hija Monika, quien no se enteró de quién había sido su padre hasta 1983, cuando su madre contó en una entrevista (tras la cuál se suicidaría) cómo se enamoró de su marido. Tras esto, Monika escribió un libro sobre tan increíble romance.
Pero Jennifer, la “bastarda”, la mulata, no supo nada de esto (como era de esperar su madre no quiso saber nada de ella y la dio en adopción) hasta 2008, cuando dio por casualidad con el libro de quien le dio la vida. Imaginad la cara que se le quedó.
Y, ¿a que no sabéis lo que ha hecho la buena de Jennider?
Claro. Escribir otro libro: Amon: mi abuelo me habría disparado.
Así nos va.
No nos sinceramos con nuestras familias… pero no tenemos problema en airear nuestros trapos sucios a través de libros que llegarán a miles de personas y ante los que otros, seguramente, vuelvan a quedarse con cara de gilipollas.
Con lo fácil que sería coger el teléfono…
Ah, no… que ahora lo que se lleva es escribir por whatsapp…
El teléfono se coge y se utiliza, solo con quien merece la pena tener una conversación interesante y quien también te devuelve las llamadas, ¿verdad?