A los vecinos de C/ Pérez Machuca, 24:
Hace exactamente una añ0 que vivo en el 5º izquierda. Al principio solo. Desde Septiembre, con un gato. Que experimentó su mayor aventura cuando, nadie sabe cómo (menos yo), acabó en el techo de la nave que da forma al patio interior y que rodean otros tantos edificios. Salvo las conversaciones mantenidas aquel día con un agradabe matrimonio (creo que del 3º) que intentó ayudarme a rescatar a Tapón (el gato), poco o nada he hablado con ninguno de vosotros. De vez en cuando intercambio palabras cordiales con Tomás, del 5º derecha. Su novio, ni siquiera sé como se llama, es más tímido. Pero un día de boda (no la mía) me hizo el nudo de la corbata.
Las cosas han cambiado mucho desde que, siendo un chaval, mi madre me mandaba a casa de un vecino para pedirle aceite, papel higiénico… o un par de huevos. Porque ahora, si necesitas algo, bajas al chino. Y será por chinos… O por catálogo. Tienen hasta bombillas. De modo que la relación vacinal en los tiempos que corren es prácticamente nula. Ni siquiera tenemos conversaciones de ascensor (porque no hay). Y en la escalada hasta el 5º hay más probabilidades de encontrarse unas bragas… que un vecino. Por no hablar de las plantas. Cada vez que subo a casa pienso que alguien está echando una partida a Jumanji. Y me digo: “ya verás como salga el cocodrilo…”.
El otro día pegué con celo en el espejo del portal un cartel tamaño folio con la foto de Tapón, porque se ha escapado (y esta vez ni yo sé cómo). Debían ser las once de la mañana. Era sábado. Volví una hora después. Y el cartel no estaba. Tampoco en mi buzón. La papelera que hay bajo él. O en mi felpudo. Así que solo pueden ser dos cosas: secuestro o asesinato. Y cualquiera de las 2 opciones me pone de una mala hostia…
El cartel me importa una mierda. Pero Tapón es mi gato. Y me gustaría recuperarlo. Con o sin vuestra ayuda. Pero sin vuestro boicot. Así que volveré a colgar otro cartel. Tantas veces como sea necesario. Mis carteles. Hasta que aparezca. Mi gato. Mío y míos. Como esas plantas amazónicas lo son vuestras. Los felpudos tamaño sábana. Maceteros y demás mierda que abandonáis en el rellano, como si fuera un trastero. O la ropa tendida en el patio. Así que si no queréis que saque la sierra eléctrica, envuelva mis truños en papel de periódico y les prenda fuego a la puerta de vuestra casa, o me saque la chorra por la ventana cuando vaya a echar un meo… ya sabéis lo que NO tenéis que hacer. Si es delito colgar un cartel tamaño folio, lo siento. Lo quitáis. Me lo devolvéis. Y punto. Pero como desaparezca… Empezará a ocurrir lo mismo con lo vuestro.
Muchas gracias.
Atentamente.
El inquilino del 5º izquierda.
PD: por cierto, acabo de publicar una novela titulada ALMAS GRISES. Y va de 2 asesinos que se alimentan del dolor ajeno… Qué mundo éste, ¿verdad?
O.o
Que cosas oye.. Los tiempos cambian, la sociedad cambia, y los vecinos también, todo lo que encuentran, se lo quedan, todo les viene bien, sea para exibirlo en la pared de su morada o tenerlo en un cajón, todo, sea de su propiedad o no, ya sea encontrado o visto en el rellano de su casa o en la calle, eso no importa, con una unica excusa, no es de nadie 🙁
Mas bien, sindrome de diógenes lo llamaría yo..