– ¿Renunciáis a Satanás?
– Sí, renunciamos.
No es un diálogo sacado de una película de terror. Algún exorcismo. O rito iniciático y sectáreo (bueno, según se mire…) que en su clímax (narrativo) acabaría en tiroteo y / o matanza (a lo Waco) y tendría como reverso tenebroso (o Manson) el alumbramiento del Anticristo. No señores. Lo escuché hace unos días. En vivo y en directo (y me quedé a cuadros) en la primera comunión de una prima. De modo que cuando el sacerdote fue besando en la frente, y uno a uno, a todos los niños, no pude reprimir un escalofrío que sacudió mi cerebro como si estuviera en una coctelera y proyectó una serie de terroríficas imágenes en mi subconsciente que no dudé en guardar en una de las pocas neuronas que aún conservo activas para recurrir a ellas cuanda quiera “torturar” a un niño… En ficción, por supuesto.
Ellas vestidas de blanco. Ellos, de infantes de marina. Unas, anticipándose a su rol de futuras y devotas esposas que llegarán vírgenes al matrimonio. Y unos aceptando que serán los encargados de hacerse con el mando y dar mucha guerra. Menudo mensaje. Menos mal que, con un poco de suerte, dentro de unos años lo único que recordarán serán los regalos que les hicieron (ese año los Reyes Magos vienen dos veces), que conocieron a un primo al que no volverán a ver en la vida (o al que jamás volverán a ver con corbata) y que el tío Manolo se hinchó a cubatas y se pilló unas castaña de no te menees (que será lo que hagan ellos cuando sean tíos).
¿Renunciar a Satanás? ¿Y eso qué cojones significa? Porque después de leer El paraíso perdido de Milton, la reflexión fue de campeonato: ¿y si en la guerra que se libró en el cielo no ganaron los buenos… sino los malos? ¿Y si Lucifer fue derrotado porque sus intenciones eran impedir el hambre, la pobreza, las guerras… todas esas cosas que el vencedor, Dios misericordioso, permite que sucedan? Sí, ya lo sé, todo eso de ángeles liándose a mamporrazos no es más que una metáfora. Igual que otros tantos pasajes de la Biblia por los que pregunté al cura del cole cuando era yo quién estaba a punto de hacer la primera comunión. Había visto En busca del arca perdida y quería ir a la caza de tesoros como Indiana Jones. Pero el cura en cuestión me quitó la ilusión cuando me dijo que el arca de la alianza no existía, tampoco la de Noé o las tablas de Moisés. Todo eran metáforas. Como la multiplicación de los peces y los panes, Jesús caminando sobre las aguas o resucitando a Lázaro… Metáforas. O lo que es lo mismo, MITOLOGÍA. Así que, ¿por qué no continuar con la “farsa”… pero de un modo más divertido?
– ¿Renunciáis a Sauron?
– Sí, renunciamos.
– Ese ese caso, podéis partir en paz. Que la fuerza os acompañe.
Seguro que, de esta forma, el metafórico mensaje nos quedaba a todos muchísimo más claro.