“Lo único que tienen garantizado es agua y bebida isotónica. El resto, o lo consiguen por sus propios medios o lo obtienen mediante Retos y Dilemas. Las tres primeras semanas son las peores: por mucho que les hayan contado antiguos náufragos, siguen creyendo, como la audiencia, que no puede ser tan duro, que producción se apiadará de ellos y les proporcionará algo extra que llevarse a la boca. Pero no es así. Deben aprender a pescar, a pelar un coco, a buscar caracolas entre las rocas, cangrejos… y perder cualquier escrúpulo para llevárselos a la boca y, si aún no tienen fuego, comérselo todo crudo.
El hambre es atroz. Implacable. Tanto, que minimiza el calor y la humedad, la falta de sueño, el dolor muscular por dormir en el suelo, el cansancio, las heridas y raspones, la falta de aseo, los voraces insectos… y el AISLAMIENTO. A más de uno se le va la cabeza. Y su mirada se convierte en la de un psicópata, un demente, un loco.
Mareos, insolaciones, desmayos, infecciones, diarreas, intoxicaciones… y, por encima de todo, el HAMBRE. Por eso sacan fuerzas de donde no las hay si se enfrentan a un Reto donde el premio es comida: tortilla de patata, un puchero de espagueti o una bandeja de albóndigas. Entonces se convierten en harapientos gladiadores dispuestos a pisar a quien sea con tal de alzarse vencedores y comer como cerdos. Un atracón que, en muchas ocasiones, acaba con una vomitona como postre. Y que, aunque pueda provocar una fugaz sonrisa de satisfacción en los ganadores, en nada cambiará su aspecto de peleles desarrapados, siempre rodeados por una nube de moscas y otra invisible que apesta a estercolero. Algunos se comen la pasta de dientes chupándola directamente del tubo, como si fuera leche condensada. Pivón Salazar, modelo venezolana y finalista hace dos años junto a Clotet y Memo Gorrón, se transformó en una máquina trituradora que arrasaba con todo: la cáscara de un plátano, la corteza de una sandía, el caparazón de un cangrejo, las tripas de los peces, hormigas, algas, escarabajos… Trituraba y tragaba, trituraba y tragaba. Incluso, a veces, después de disfrutar de uno de esos “manjares”, se relamía los labios y exclamaba a cámara:
– ¡Coño, qué bueno!
En ocasiones intentan robar comida. Y a veces lo consiguen. Asaltando la zona de producción donde está el alimento para el equipo, incluso rebuscando en las papeleras del aeródromo si son trasladados en helicóptero a Isla Perpetua para enfrentarse a un Reto. Si los pillas, otro escándalo para el directo y motivo para proporcionarles un castigo ejemplar. En mi modesta opinión, una muestra de valor y picaresca. Hay que tenerlos cuadrados para correr el riesgo, aunque seas, como la mayoría de ellos, un famoso de tres al cuarto, de ser grabado arrastrándote por el suelo para hacerte con cuatro rebanadas de pan de molde, devorando medio sándwich mordisqueado o cuarto de croissant glaseado con ceniza encontrado en la basura…”
(Fragmento de ISLA PERPETUA, una novela del menda lerenda. ¡No os perdáis el book trailer “international edition”!