“Ha servido para cambiar mi idea de los homosexuales: creía que estaban todo el tiempo haciendo y hablando de guarrerías”. Se llama Josué. Es de Managua. Y ahora tendrá 19 años. Aquellas palabras las dijo hace dos, cuando trabajé en Nicaragua ayudando a desarrollar una campaña para fomentar el empleo digno de la juventud, en el marco del Programa Conjunto de Juventud, Migración y Empleo del Gobierno de Nicaragua, en colaboración con el INJUVE, la ONU y la OIT.
3 semanas intensas. Rodeado de muy buenos amigos. Junto al desarrollo de la campaña y el trabajo previo realizado en España, un taller con 20 alumnos para que, mediante técnicas de arte dramático, tomasen conciencia de su parte de responsabilidad en su desarrollo académico y profesional. Que culminó, también, en un desarrollo personal, en parte por relacionarse con personas con las que no estaban acostumbrados a tratar. De ahí la reflexión de Josué. Y mi satisfacción por haberla, de algún modo, provocado.
La idea era repetir el taller en otros municipios. Que lo conseguido no se quedase en anécdota. Y yo, encantado. Un año en Nicaragua. Trabajando. Y, de paso, junto a personas que quiero. El engranaje estaba en marcha. También los slogans que ideamos para la campaña, los carteles publicitarios, las cuñas de radio grabadas con los 20 “chavalos” en el estudio de Héctor Zúñiga (qué tío más grande), con música de Hugo Sandino (pedazo de artista). Y entonces… el Gobierno metió la mano.
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, está casado con Rosario Murillo, más conocida como “la Chayo”, a la sazón asesora en Prensa y Comunicación del Frente Sandinista de Liberación Nacional y Presidenta del Consejo de Comunicación y Ciudadanía del Poder Ciudadano. También responsable de que las glorietas de Managua, por razones esotéricas que no me atrevo a explicar, alberguen árboles de navidad artificiales durante todo el año. Que paralizó el engranaje. Ni carteles, ni cuñas, ni talleres ni, por pasiva, y sin necesidad de que ni siquiera sepa que existo, un servidor.
Poco después surgió la idea de escribir un libro con testimonios de jóvenes nicaragüenses y emprendedores que sirvieran de ejemplo a chicos como Josué: aquéllos que hubieran participado en los talleres… en caso de haberse llevado a cabo. Visto bueno. Hasta que, de nuevo… Sí. El Gobierno hace acto de presencia.
Pasa el tiempo. La campaña se congela. Y se da la posibilidad de editar desde España unas entrevistas que se han hecho a algunos jóvenes, darle forma de libro, escribir una introducción sobre el trabajo realizado aquel verano que fue el germen de todo y viajar más tarde a Nicaragua para presentarlo en un acto que también daría el pistoletazo de salida (por fin) a la campaña. Pero, otra vez… aparece el Gobierno. Que decide que serán personas de Nicaragua quienes se encarguen de impartir los talleres y de dar forma al libro.
Mi gozo en un pozo. Supongo que también el de las personas que confiaron en mí. Por disponer de fondos de cooperación internacional (también españoles) y no poder decidir ellos, que son quienes los consiguen y gestionan, qué hacer con el dinero… o cómo. Lo decide el Gobierno.
Puedo intuir las razones. Pero no compartirlas.
Por suerte siempre me quedarán aquellas 3 semanas. Y aquellos 20 “chavalos”.
El siguiente vídeo lo grabó, realizó y editó Iván Argüelles.
A ti. A todos…
Gracias.
Menuda historia bonita si no fuera por el final…