Empezó a gustarme el cine clásico a una edad en la que uno no se interesa por el trabajo que esconden esas imágenes y atribuye el éxito exclusivamente a los actores protagonistas, sin tener en cuenta el director, la historia y el contexto que hay detrás. Eso vendría después. Pero en aquellos años de La Primera y la UHF, la falta de elección me inculcó el gusto por aquellas películas que contaban historias que a mí me parecían siempre elegantes, contasen lo que contasen.
‘La ley del silencio’ la vi demasiado pronto para que apreciase el trasfondo duro y sórdido de los muelles de Nueva York o el personaje complejo de Marlon Brando, muy alejado de los que interpretaba un Cary Grant en todas esas comedias románticas que tanto me entretenían. Ni siquiera sabía que había ganado ocho Oscar, incluyendo película, director y actor. Solo veía a un Brando con los ojos excesivamente hinchados para que no olvidásemos que había sido boxeador, interpretando un personaje de carácter hosco, que se hacía preguntas que por entonces yo nunca me hubiera hecho y cuestionándose cosas que yo nunca me hubiera cuestionado. Lógicamente. Tendrían que pasar algunos años para que me interesara por su director. Con la distancia de los saltos generacionales, que nos hace pensar que lo que ocurrió hace 30 años pertenece a la edad de los romanos, leí con curiosidad que Elia Kazan colaboró en la caza de brujas, denunciando, en la década de los 50, a miembros del partido comunista, entre ellos actores y directores compañeros. Fue todo un escándalo y fueron muchos los que jamás le perdonaron. Sin duda, Kazan debía ser un personaje lleno de contradicciones y quizá tan complejo como su Terry Malloy de La ley del silencio, casi un personaje expiatorio el que muchos vieron que el director reflejaba el acoso que él mismo había sufrido y con el que dignificaba la delación tras denunciar Malloy a los mafiosos que controlaban los muelles neoyorquinos. Una paradoja, teniendo en cuenta que él mismo había pertenecido al Partido Comunista y había sido defensor de la libertad de expresión, luchando contra la censura.
Fuese como fuese, nos dejó algunas de las mejores películas de la historia del cine, como ‘Un tranvía llamado deseo’, ‘Esplendor en la hierba’ o ‘Al este del edén’.
En los próximos días verá la luz un libro con su correspondencia personal. El profesor de literatura inglesa Albert J. Devlin ha sido el encargado de llevar a cabo este trabajo para el que ha seleccionado 300 de sus cartas, a lo largo de las cuales Kazan aborda numerosos temas, admitiendo incluso su infidelidad con Marilyn Monroe o expresando su opinión sobre Marlon Brando, Paul Newman o Warren Beatty, pero donde, sobre todo, deja plasmada su peculiar personalidad.