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ISLA PERPETUA

Hace años, mi amiga Luisa tenía como vecina a una ancianita que hablaba con los presentadores del Telediario. La soledad de la vejez, que seguramente habría provocado que aquellos rostros fueran para ella los más familiares en su vida, y una incipiente demencia senil hicieron que esta señora confundiera lo que veía en la pantalla

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