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DE CÓMO PUEDEN AMARGARTE UNA TARDE DE TEATRO

En una semana en la que se ha producido la noticia del año, si no del siglo, es decir, la despedida del Papa-, por no contar que en estos últimos días de febrero nos han dicho también adiós el ‘padre’ de los indignados, Stéphane Hessel, y la actriz María Asquerino, puede parecer irrelevante -y de hecho lo es- que a una le fastidien una tarde de teatro, pero, como siempre, al final, la que nos duele es la piedra de nuestro zapato.

Tres personas, entre las que me incluyo, decidimos ir al teatro. Y lo curioso es que lo planeamos con antelación para sacar nuestras entradas sin problemas ni apuros. Para más señas, elegimos la obra «A por todas», que se representaba en El Círculo de Bellas Artes de Madrid y que, según pudimos leer, estaba basada en la crítica del dramaturgo norteamericano David Mamet, con la que arremete contra la industria del cine.

Concretamos el día que podíamos asistir, y la hora de la representación de dicho día eran las ocho y media. Nos resultaba un poco tarde por situaciones familiares varias, pero quedamos en que podíamos solventarlas. El siguiente paso fue intentar adquirir las entradas a través de internet. Nada. Imposible. No funcionaba.

Uno de los tres se ofreció voluntariamente a personarse en El Círculo para comprarlas. Cuando fue, se encontró con que no las vendían todos los días, así que le emplazaron pasados dos días. La fecha señalada, mi amigo volvió a presentarse en la taquilla que, esta vez, sí estaba abierta. Sin embargo, le explicaron que la hora que aparecía en la página web estaba equivocada. La función del domingo no era a las 20:30, sino a las 19:00.

Nuestro amigo nos lo comunicó y quedamos muy contentos porque el horario se adaptaba mucho mejor a nuestros intereses -que no eran otros que los problemas que suponía el cuidado de la hija pequeña de la tercera persona de este trío-. Cuando tuvimos las entradas en nuestras manos, vimos, efectivamente, que la hora que aparecía impresa eran las siete de la tarde. Miel sobre hojuelas.

Precavidos, la tarde de la función, llegamos con algo de antelación. Como hacía frío, decidimos entrar en la cafetería del mismo Círculo. Y aquí nos encontramos con la primera sorpresa: teníamos que pagar un euro por persona a la entrada de la cafetería. Estuvimos a punto de darnos la vuelta, aunque fuera por dejar patente nuestro gesto de protesta -sabíamos que un euro no nos iba a llevar a ninguna parte, pero nos resultó abusivo que con los tiempos que corren nos cobrasen por consumir-, pero el frío y la nieve que empezaba a caer fuera nos hizo claudicar y abonamos el euro, para después pagar las bebidas que pedimos a precio de oro.

Cuando faltaba un cuarto de hora para el inicio de la función, nos levantamos y salimos del edificio (para quien no conozca el Círculo de Bellas Artes de Madrid, tiene una sala de proyecciones, con su taquilla, anexa al edificio principal). Nuestro amigo nos dijo que había comprado las entradas allí, y allí que nos dirigimos. Contentos, entregamos nuestros tickets al señor de la puerta, el cual nos cortó el trocito correspondiente.

En la pequeña sala, vimos nuestra fila y nuestros asientos. Segundo problema: estaban ocupados. Entramos entonces en una discusión con las personas que pensábamos que ocupaban nuestras localidades. Afortunadamente, antes de que fuera a más, el chico al que queríamos echar de «nuestro asiento» nos acusó de que era un cuento lo nuestro porque entre otras cosas las entradas no estaban numeradas.

-¿Cómo que no?-dijimos nosotros mostrando claramente en los tickets que nuestros asientos eran el cinco, seis y siete.

Cuando los agredidos (por nosotros) vieron las entradas, nos sacaron de nuestro error.

– Vuestras entradas son para el teatro y aquí van a proyectar una película en alemán.

Volvimos a salir y el señor de la puerta nada más vernos, levantó las manos como diciendo «a mí que me registren». De hecho, nos confirmó que él las había cortado pero que no tenía que saber de qué eran, así que, aviso a navegantes: podéis ir con los tickets de descuentos de cualquier sitio, que pude que haya suerte y entréis sin problema, visto lo visto.

Con las mismas, volvimos al edificio principal para que nos indicasen en recepción dónde se representaba la obra. De paso, le explicamos lo sucedido y que temíamos llegar tarde después del tiempo perdido por nuestra equivocación. Entonces, este nuevo señor nos dije que no nos preocupásemos: no íbamos a llegar tarde porque el teatro no empezaba a las siete, sino a las ocho y media y que el acceso, por tanto, aún estaba cerrado, hecho que nos había hecho pensar que la obra fuera en el edificio contiguo.

-No, es imposible -dijimos, enseñándole el ticket, donde aparecía clarito e impreso que era a las 19:00h.-

-Está equivocado -nos contesta-

-Es que ya nos dijeron, cuando vinimos aquí, que la equivocada era la web, que la hora correcta son las siete y no queremos llegar tarde –insistimos comprobando en nuestros relojes que ya eran las siete y cuarto y pensando que aquel señor estaba en un error-.

-Tranquilos porque yo mismo acabo de encender las luces del teatro. Y los actores ni siquiera han llegado.

En estas, oímos que alguien siseó mandándonos callar. Miramos hacia atrás y encontramos a la compañera de este señor -el que había encendido las luces- con las manos tapándose la cara.

-Le duele la cabeza -dijo su compañero justificándola- Podéis pasar a cafetería y esperar tranquilamente.

– ¿Hora y media? -dijimos al unísono-

– ¿Y nos volverán a cobrar el euro por entrar? Esto es el colmo…-se quejó nuestro amigo-.

Así que, vuelta a la calle bajo la nieve y a esperar la cola de la taquilla que vendían entradas para la película alemana.

Del señor que estaba en la taquilla, nada tengo que decir, más que cumplió profesionalmente con su trabajo. Nos hizo esperar bajo la nieve pero sólo porque no conseguía contactar con su jefa para explicar nuestro caso. Finalmente, nos devolvieron el dinero y nos marchamos a casa.

Y mi pregunta es, si pasó lo mismo con el resto personas que compraron una entrada para aquella función, ¿tendrían los actores aquella noche una sola persona de público? Sentí lástima por ellos.

 

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