No hay nada más gatificante que escuchar la risa de un niño. Recuerdo, hace algunos años ya, aquel entrañable cubículo de tierra y piedras en el que pasaba las horas junto a mis hermanos o amigos. Jugando a las canicas, el trompo, el pilla-pilla, bola va, el escondite. Cuando llovía, mi hermano y yo nos