No se me da bien seleccionar recuerdos. Suelen agolparse, sin pedirme permiso, uno detrás de otro. Caprichosos. Anárquicos. Pero, en todos ellos, en los más importantes, siempre estás tú. Hoy, entre ese vendaval de imágenes que no controlo aparece la expresión ilusionada de un niño que espera una opinión. Un niño que pasa a limpio
Credo
Creo en la palabra que duele, en la página que desata nuestras sombras, en el verbo que se desangra en el recuerdo, en la historia que se teje desde el sinsentido de un hoy o desde la universal agonía del siempre, en el autor rencoroso que comparte su insomnio, en las llagas que abren los adjetivos
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Se llamaba Treinta y cuatro y lo escribí con esta misma Olivetti que, años después, se convertiría en amuleto y compañera de cuanto texto habría de venir después. Tenia por aquel entonces 15 años y cursaba 2º de BUP en un instituto público tan nuevo que ni siquiera le habían puesto un verdadero nombre. El
Somos, soñamos
Somos lo que soñamos. Y soñamos cuando nos atrevemos. En la última novela de Màxim Huerta, La noche soñada (Premio Primavera 2014), la magia existe. Es esa forma de ilusión que reside en lo minúsculo y en lo cotidiano. Esa poesía que se nos escapa cuando no somos capaces de buscar la belleza porque dejamos
“Dionisio Ridruejo”: Teatro político, poético y necesario
Nada hay tan sinuoso como el pasado. Seguramente porque creemos poseerlo y, por eso mismo, su reconstrucción se nos escapa y se convierte en relato fragmentario y siempre mentiroso de cuanto creímos que sucedió. En estos tiempos confusos y, a ratos, mezquinos, en los que todo el mundo parece colgarse medallas ajenas y donde se
La perversidad de lo cotidiano
Intensa, lúcida y nada complaciente. Así es la historia que nos narra –con una prosa personal y llena de racional emoción- Marina Sanmartín en El amor que nos vuelve malvados (recientemente publicada por Principal de los Libros). Desde una voz narradora que indaga, sin juzgar, la psicología de sus personajes, se construye una red de
Un balcón con vistas
Ritmo y naturalidad. Dos conceptos que no son sencillos en la comedia y sin los que es imposible que la función se sostenga. Por eso, porque ambos encuentran su lugar en este montaje, he disfrutado tanto de Un balcón con vistas. Una obra que se puede ver en la sala Azarte -espacio que, desde su
A mis quince
Era 2º de BUP. El año del Latín y la Física y Química. El curso de la Literatura medieval y la trigonometría en Matemáticas… Hasta entonces todo había sido fácil. Y no porque no lo supiera, sino porque era cómodo evitarlo. No había tanta necesidad. Ni tanta urgencia. Los juegos de la infancia permitían disimular
El policía de las ratas: un ejercicio incómodo y necesario
El creador está condenado a la soledad. Por eso, escribe Bolaño en El policía de las ratas, la sociedad “le procura al diferente un simulacro de comprensión y afecto”. Tan áspera -y lúcida- como su afirmación es la propuesta escénica que, a partir de su relato, construye Àlex Rigola en La Abadía. Un montaje desnudo en
Locos por el té(atro)
La comedia, como género, es ritmo. Incluye muchos más ingredientes, desde luego, pero si no se sabe manejar con astucia, corremos el riesgo de desperdiciar hasta el mejor de los gags. Un despilfarro que que no sucede, en ningún momento, en Locos por el té. Vertiginosa, coral y bien orquestada, la función no da tregua