No tenía pensado ser novelista juvenil. Me parecía demasiado difícil acercarme a los lectores adolescentes, hasta que fueron ellos quienes escogieron una de mis novelas (La edad de la ira) y la hicieron suya. Desde entonces y hasta ahora, en plena promoción de Los nombres del fuego, me han preguntado en muchas entrevistas qué es la literatura juvenil, a lo que respondo con definiciones que, en realidad, siempre me resultan incompletas. Así que, como sigo sin saber qué es, he decidido intentar resumir qué no es la literatura juvenil:
- La literatura juvenil no es una literatura con moralina, cargada de consejos y respuestas facilonas. No es ni debe ser una suma de exhortaciones y reflexiones obvias con las que aleccionar sobre tal o cual tema. Todo libro (juvenil o no) debería plantear interrogantes, dudas, dilemas, pero ha de ser el lector quien busque sus respuestas.
- No es una literatura de tránsito que solo sirve, según afirman muchos, como un paso intermedio para acceder a los textos adultos. Es una literatura que ayuda a ese proceso, desde luego, pero que también es y ha de pretender ser autónoma, de modo que además de crear nuevos lectores, provoque un placer estético en sí misma. Libros como los de Michael Ende o Roald Dahl no son únicamente un puente hacia la literatura adulta, sino títulos disfrutables por cualquier lector y candidatos a una gozosa relectura.
- No es una literatura menor, sino un ejercicio creativo de primer orden. Conseguir que los lectores más jóvenes se adentren en un libro y lo disfruten es un reto complicado y en absoluto fácil que, como escribió Miguel Delibes, “no está al alcance de cualquiera”. Que las revistas literarias, los programas de televisión sobre libros (si los hay o hubiera) y los suplementos culturales sigan relegando la literatura juvenil a un papel casi anecdótico solo es un (triste) ejemplo de lo mucho que nos queda por avanzar en este terreno.
- No es una literatura simplificada, sino un intento de hallar un lenguaje propio que conecte con los lectores con edades y competencias lectoras muy diferentes. La propia literatura infantil se sostiene sobre la metáfora y la alegoría, figuras poéticas de primer orden, y en los textos para adolescentes se pueden encontrar propuestas donde se arriesga en estilo, estructura y niveles narrativos sin que por ello se pierda la atención de quien nos lee. La literatura que subestima al lector no es literatura juvenil, es mala literatura.
- No es una literatura descafeinada. En los libros para niños y adolescentes caben todos los temas, desde los más cotidianos y positivos hasta los más oscuros e incluso sórdidos. La literatura nos abre modos de ver la realidad y la infantil y juvenil, en un momento tan complejo como el de la construcción de nuestra propia identidad, es una ventana esencial hacia esos lugares que no siempre queremos contemplar de los demás o de nosotros mismos. La verdadera literatura juvenil arriesga, no se autocensura. Y hoy, Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil y anviersario del nacimiento de Hans Christian Andersen, es un buen momento para recordar la amargura, la poesía y la dolorosa belleza de sus inolvidables cuentos.
Lo cierto es que, hasta la fecha, sigo sin saber qué es la literatura juvenil, pero mientras lo averiguo sigo escribiéndola. Y, por supuesto, también leyéndola.
Excelente, Fernando.
Pero si como bien dices, es un momento de construcción de la propia identidad ¿no es arriesgado que el bien y el mal no estén claramente definidos? Es lo que pasa en los cuentos clásicos que los malos son muy malos y los buenos, son muy buenos y siempre ganan para que no haya dudas de que lo mejor es ser bueno.
Totalmente de acuerdo en todo, Fernando.
A mi me parece que los padres, por alguna causa ajena a mi forma de pensar, protegen mucho lo que leen los adolescentes y les da igual lo que ven (películas, Gh, etc) o lo que oyen (muchas canciones reggeton son muy machistas y nos da igual que las escuchen).No se cual es la verdadera causa ni sé porqué nos da más miedo la literatura que otros géneros.
Yo he escrito una novela “Autocompasión de un tonto con suerte” y a pesar de que hay bastantes chicos jovenes a la que les ha gustado bastante no puedo proponerla como literatura en los institutos porque la gente folla, se droga, dice palabrotas o se hace pajas. “Los padres se nos echaran encima” “no es apropiado”… En cambio ver películas de Tarantino, ver 20 personas metidas en una casa sin hacer nada, etc, eso si se puede.
Nuestros adolescentes están por encima de eso. Dejemosles que ellos elijan
Con tu permiso, leeré este artículo con mis alumnos…
La literatura no tiene edad.
El Martín Fierro me llegó a los 7 años, y me encantó.
Los cuentos infantiles prohibidos por la dictadura me llegaron a los 40 y me encantaron.
Y mis jóvenes alumnos disfrutan tanta literatura diversa como diversos son ellos.
Yo tengo 53 años y leo juvenil. Si es bueno el libro, la edad no importa.