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Evaluar al docente

Desde que comencé a dar clases me he sometido siempre a la evaluación de mis alumnos. Por escrito, oral, anónima, con firma si lo deseaban, con preguntas abiertas y cerradas… He probado cuanto medio se me ha ocurrido, y eso sin contar con que cada día dentro del aula es un acto de evaluación en sí mismo, un examen implacable cuyo aprobado se mide en el respeto, en la comunicación y hasta en el afecto de esos evaluadores críticos que son nuestros alumnos.

En mi caso, no sé si habré sabido incorporar siempre sus sugerencias (eso tendrían que decirlo ellos), pero -desde luego- lo he intentado. También he ejercido la crítica sobre cuanto no me gusta de la docencia y de ciertos compañeros de los que no me enorgullezco (todos sabemos que existen) en foros como este, en artículos de prensa e incluso en alguna novela que aún anda dando guerra por ahí y que me ha costado más de una trifulca en algunos claustros. Sin embargo, al igual que creo firmemente en la necesaria autocrítica (y, por cierto, no solo del profesorado, sino de cualquier sector de la población), me parece rídiculo plantear con ánimo populista y facilón una evaluación docente sin un análisis serio que sustente esa misma propuesta.

¿Estándares de medición? No niego que los haya pero, desde luego, ni se pueden trazar precipitadamente en un ejercicio de oportunismo mediático como el que nos envuelve estos días, ni admiten una aplicación universal y abstracta, como si todos los centros fueran el mismo y se pudiera obviar, al juzgar el trabajo y la implicación docente, la realidad social de las aulas. ¿Podemos evaluar igual a quien batalla cada día con un alumnado sumido en profundas dificultades socioeconómicas que a quien disfruta de un entorno con un fuerte y sólido apoyo familiar? ¿Debemos esperar lo mismo en ambos casos? ¿El número de aprobados es un criterio en sí mismo? ¿En qué consiste la productividad en el terreno educativo? Tal vez sea yo, pero se me ocurren más interrogantes que respuestas.

Podemos y debemos juzgar nuestro trabajo, por supuesto, pero ese juicio no puede estar aislado del cuestionamiento del sistema, de los recortes en el presupuesto educativo, de los programas de estudios, de la burocracia reinante en cursos como este terrorífico inicio de la LOMCE (donde perdemos más tiempo entre papeles que preparando clases), de las aulas masificadas, del nulo apoyo a la formación (más allá de cursos de dudoso interés para la caza y captura de créditos), de la supresión de orientadores, de la marginación y maltrato constante que vive el colectivo de interinos, de la frustración que provoca a veces este oficio cuando se vive con pasión ni, por supuesto, de la continua duda que planea sobre nuestra labor y que, cada cierto tiempo, se saca a relucir para que nuestro políticos tengan tema electoral de debate y los medios, materia de polémica.

En estos años de docencia he perdido la cuenta de las horas fuera de mi horario que he dedicado a todo tipo de tareas (periódico escolar, grupo de teatro, salidas, actividades de motivación a la lectura…). Por supuesto, ninguna de ellas ha sido jamás remunerada ni reconocida por estándar de medición alguno, pues no son ítems reseñables en esas absurdas pruebas externas (CDI, Selectividad…), donde solo se mide la memoria y la habilidad de los alumnos para sortear obstáculos. Mi caso, por supuesto, no es más que uno entre otros tantos, aunque sea más cómodo desprestigiar a un colectivo que valorar con objetividad su trabajo. Claro que hay que evitar el corporativismo, y premiar la labor de quien se implica, pero no volviendo a poner el dedo acusador sobre todo un gremio y lanzando la (consabida) piedra sin ofrecer propuesta alguna.

Resulta más sencillo encontrar culpables que soluciones, así que en vez de fomentar un debate para mejorar la educación, se apuesta por una remunerar según la calidad del docente (¿en los demás oficios también se va a implantar esa norma? ¿rendirán cuenta con el mismo celo nuestros responsables políticos?) y se olvida que la educación es una tarea demasiado compleja como para resolverla en un par de declaraciones tremendistas y algún que otro titular resultón. Pero para comprender esa complejidad hay que estar, me temo, a pie de aula. Y esa es una batalla en la que hay más opinión que verdadero conocimiento.

 
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14 de respuestas

  1. Maria Cristina Baráñano

    Estupendo artículo. Por tus palabras, considero que somos colegas de área inclusive. También por algunos datos paratextuales, creo que vivís en España. En tal caso, es aún más llamativo que tu análisis sea absolutamente compatible con el debate que sobre la educación nos debemos los argentinos.

  2. Marián Alejandre

    De todo lo que escribes emana un nivel de equidad, tolerancia, sensatez y honestidad que toques el tema que toques surge de mi una sonrisa y este deseo inmenso que siempre siento de agradecerte tanto y tantas cosas por ser como eres, saber estar, escribir como escribes, con el corazón y el cerebro en perfecta armonía y … qué gusto, tranquilidad y felicidad que seas alguien tan importante y tan influyente en la formación y desarrortollo de la personita más importante y amada de mi vida.
    Darte las gracias es poco. Ojalá hubiese en el mundo muchas PERSONAS como tú.

  3. Marisol

    La maestra que toda madre quiere para sus hijos/as.

  4. Paz

    Efectivamente, ojalá hubiese en el mundo mas personas como tú, pero como no las hay, no veo tan mala idea motivar para que al menos haya profesores que intenten parecerse. Que esa motivación sea económica es un poco triste pero si funciona…
    Te doy toda la razón en que se ha lanzado la idea sin aclarar cómo piensan evaluar a los profesores: ¿nº de aprobados?¿alumnos satisfechos?¿padres satisfechos?¿cursos de formación?¿puntualidad?¿absentismo?…Complicado.
    No he leído el libro de Marina pero le vi en la tele y lo que mas me gustó fue lo de cambiar contenidos y dejar de cambiar las leyes.

  5. paco garrido

    Eso esta muy bien, pero, ¿como funciona, la evaluación en los centros privados, donde los profesores no sólo son evaluados por los alumnos, los padres y los titulares de los centros, donde los resultados tienen que ser visibles, por todos los agentes implicados?

  6. Josep Oliver

    Cualquier medida que se encamine a valorar la productividad en terminos mercantilistas choca frontalmente con el espíritu de la enseñanza, o al menos con el que debería ser. NO ESTAMOS CREANDO PRODUCTOS, ESTAMOS FORMANDO PERSONAS.

  7. Carlos

    Buen artículo, pero… ¿te das cuenta que lo mismo que criticas es lo que hacéis vosotros?

    Es decir, vosotros tenéis que evaluar a los alumnos de igual forma, sin importar el entorno ni la capacidad ni el nivel de cada alumno.

    El alumno tiene que aprenderse unos temas y si no lo demuestra, suspenso. ¿Por qué con los profesores debería de ser distinto?¿te pone nervioso que alguien vaya a evaluar si realmente sabes hacer tu trabajo?

    Siguiendo tu misma línea, un alumno puede hacer muchas cosas fuera del colegio. Puede colaborar en una ONG, hacer deporte o ayudar en casa, pero (al igual que sucede contigo), eso no se le valora en el colegio ni cuenta para la nota media ni la selectividad.

    Entiendo tu postura, en serio. Sé que a nadie nos gusta que evalúen y revisen si hacemos bien nuestro trabajo, pero tampoco es normal el bajo nivel con el que salen los chavales del colegio. No digo que la culpa sea sólo de los profesores (o de algunos profesores), pero digo yo que algo tendrán que ver, ¿no?

    • Aitor

      Existen muchas maneras de evaluar, Carlos. A los alumnos. No te confundas. Y sobre el papel esas consideraciones a las que aludes se deben tener en cuenta. Pero no sólo a nivel de evaluación sino también de enseñanza (otra cosa es que el gobierno recorte a los profesionales que precisamente se encargan de atender necesidades educativas especiales).
      Si las evaluaciones a los profesores pasan por analizar resultados por aulas te aseguro que actuarán en perjuicio de lo que precisamente te quejas.

  8. Isabel B.P.

    Me ha gustado mucho tu artículo. Destaco sobre todo que HAY QUE BUSCAR SOLUCIONES para mejorar la educación en España, y que nuestros políticos no deberían utilizar la enseñanza como material electoralista o arma arrojadiza al contrario. Creo que hay que contar más con las opiniones de profesores, padres, alumnos, y toda la comunidad educativa para averiguar el por qué nuestro sistema de educación no obtiene buenos resultados. No creo en los incentivos, y si son monetarios menos, aunque las evaluaciones sí pueden ser necesarias. Pero el resultado del trabajo de un profesor no se ve sólo en los conocimientos absorbidos por su alumnado… También hay un trabajo de educación, sociabilidad, comportamiento, aprendizaje de la vida, ayuda a alumnos especiales, ¿eso cómo lo evaluamos?.
    Gracias por tu artículo. Me has motivado a pensar en esto..

  9. Jesús P. Navarro

    Comienzo diciendo que soy maestro recién jublilado. Me siento totalmente identificado con este clarividente artículo. Lo que expresa es muy razonable y está perfectamente razonado. No me tengo por corporativista pues a lo largo de mi dilatada etapa profesional he conocido muchos maestros y profesores, todos ellos muy diversos…., por cierto, como en cualquier ámbito laboral. No obstante confieso mi admiración por esa inmensa mayoría de maestros y maestras que se dejan la piel día a día, que no pierden la ilusión, que soportan estoicamente los negativos embates de una administración dedicada a recortar y desprestigiar. Me alegró leer hace. Unos meses un informe del CIS en el que la sociedad valoraba muy positivamente la labor de los docentes. Eso me vale más que un titular llamativo por su color amarillento.

  10. Emilio Molina Muro

    He leído con atención cuanto dices en tu escrito. Y coincido en mucho contigo.Yo no soy docente; hace 2 años obtuve un grado superior de decoración e interiorismo, asistiendo todos los días a clase de 8 a 3, trabajando por las tardes y sábados, y estando casado con 2 hijas. Tengo 50 años.
    Explico todo esto porque yo mismo entiendo que no tengo el mismo criterio que cuando tenía 20 años.
    Me he encontrado un profesorado muy variopinto, y eso es positivo, porque cada uno puede aportar cosas diferentes. Me he encontrado profesores excelentes, otros muy buenos, buenos, regulares, malos y muy malos.La proporción es muy preocupante.
    Estoy contigo en que no es en el único sector en el que esto ocurre; pero estoy cansado de oír a nuestros políticos (todos), decir lo buenos que son nuestros profesores, médicos, y funcionarios en general.
    De todo hay en todos sitios, y no podemos consentir que el que haga mal su trabajo, viva 40 años del Estado, más el resto en su jubilación.
    Pero sin duda, es en la rama sanitaria y en la educación dónde los efectos de un mal profesional son más nocivos. En educación, son muchas generaciones las que pasan por las manos de cada profesor, quienes deben forjar la formación académica de dichas generaciones, pilar fundamental de
    sus vidas.
    Pero tienes razón en la forma en que se ha abierto el debate. Dejémonos de ocurrencias, de Logses y Lomces. Señores políticos de todos los partidos, y en especial de los dos que nos han gobernado: PÓNGANSE DE ACUERDO DE UNA VEZ en un modelo educativo, entendamos que son ciclos de unos 20 años que no pueden estar expuestos a ocurrencias.
    Y llamen a las cosas por su nombre, reconozcan la labor dificilísima del profesorado, y encuentren con calma el modo de mejorar a quien tenga margen de mejora, y a sustituir a quien no loo tenga, por quien espera, preparado e ilusionado por aportar su grano de arena.
    Mi mujer lleva 25 años dando clases en la enseñanza pública, trabajando la mayoría de las tardes, preparando material en los veranos, enamorada de su trabajo; que de nada serviría, si no tuviera la capacidad de transmitir, conocimientos, valores e ilusiones.
    Desde aquí mi reconocimiento a cuantos profesionales hay en la enseñanza.

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