Vibrante. Crítico. Y contemporáneo.
Tres adjetivos -entre otros muchos- que definen el último montaje de La Joven Compañía: Hey boy, hey girl, un remix de Romeo y Julieta escrito (y muy bien escrito) por Jordi Casanovas y dirigido (y muy bien dirigido) por José Luis Arellano.
Resulta reconfortante ver que en España hay autores y directores que, como ellos, no tienen complejos a la hora de deconstruir los clásicos y de ofrecer una mirada novedosa y, a la vez, profundamente coherente con el texto que sirve de punto de partida. Porque esta propuesta funde la posmodernidad y la creatividad más personal con el respeto a los temas universales que laten en la obra de Shakespeare. Sin embargo, sería injusto decir que Hey boy, hey girl es una mera puesta al día. O una traducción del teatro isabelino al lenguaje del siglo XXI. Es todo eso, sí, pero se trata -sobre todo- de un ejercicio de creación desbordante de ideas en el texto y en la puesta en escena, un montaje que nos permite entender la literatura como un fluir constante de referencias y fuentes, una cadena donde el teatro contemporáneo tiene mucho que decir. Y mucho que dialogar con el teatro que le precede y con la sociedad que nos mira.
Y si la propuesta ya en sí es más que recomendable -con momentos de dirección absolutamente brillantes-, el resultado se ve engrandecido por el trabajo entusiasta y enérgico de los jóvenes protagonistas. Una compañía de actrices y actores que se deja la piel y que se convierte, función a función, en cantera imprescindible de nuestra escena futura. Futuro que, viendo la fuerza de sus interpretaciones (sería injusto destacar un solo nombre, así que espero que se dé por mencionado todo el reparto), es ya presente.
Música, luz, escenografía, vestuario, caracterización… Todo está cuidado, trabajado y meticulosamente preparado -no en vano son grandísimos profesionales los que se ocupan de cada una de esas áreas: Mariano Marín, Juanjo Llorens, Silvia de Marta, Chema Noci…- para ofrecer un espectáculo que fascina a los espectadores más jóvenes y, también, a los que ya no lo somos tanto. A quienes creemos que el teatro debe hablar del hoy, del ahora. A quienes reivindicamos la necesidad de la autoría contemporánea, del retrato de un momento -este- en el que están pasando demasiadas cosas como para no volver la mirada -y los focos- hacia todas ellas.
Como espectador, como autor y como educador solo puedo felicitar a esta compañía por su magnífico trabajo. Felicitarles y, de paso, pedirles que sigan adelante con este proyecto que no solo forma nuevos profesionales de la escena sino, además, nuevos espectadores. Bravo por ello.
