Un mago. Una ayudante. Un gran truco final… Los elementos sobre los que se articula la historia de El triunfo de la mediocridad, pieza escrita y dirigida por Carlos Atanes, acercan su propuesta a un histrionismo argumental y visual que, sin embargo, esconde reflejos de nuestro día a día. Destellos de verdad cotidiana que se combinan en una historia que se plantea como un juego sincrético en cuanto a sus referencias -teatrales, audiovisuales- y que no serían posibles sin una interpretación como la que hacen José Troncoso (un actor todoterreno que, una vez más, está espléndido en su personaje) y Eva García Vacas (para mí, todo un hallazgo por su versatilidad y su capacidad para combinar registros en un personaje francamente difícil).
Bien es cierto que la fábula funciona mejor en sus elementos metatextuales -muy hábil el juego del flash-back y el flash-forward con su consiguiente condensación narrativa- que en el retrato de sus protagonistas, donde se echa en falta un mayor desarrollo de sus motivaciones y hasta de su propia relación. Sin embargo, el trabajo actoral -arropado por una dirección que prefiere mostrar a esconder- suple esas lagunas, soslaya el esquema de tesis que subyace bajo la historia y construye un tándem que consigue evitar la tentación del esperpento y combinar el histrionismo con la verdad. Tiernos, desvalidos, mezquinos, cercanos… Los dos actores sostienen la función sin permitir que el ritmo caiga ni un solo momento y solo por esa acrobacia interpretativa ya merecería mucho la pena ver este montaje.
Como todo mago que se precie, la obra no explica su truco y prefiere interpelarnos antes que respondernos. Las claves, como las espadas y la caja donde se desarrolla la escena final, están todas a la vista, así que no resulta difícil traducir cuanto hemos visto en la escena en lo que, muy a menudo, vemos fuera de ella. Si quieren saber en qué consiste ese truco -y ese reflejo- tendrán que ir al Umbral de Primavera los viernes y sábados de septiembre a las 22.30h.