Mirar la Historia desde la historia. O, como escribió Unamuno, desde la intrahistoria.
Nada hay de revisionismo complaciente -a lo Cuéntame– en esta nueva prueba de la buena salud del thriller alemán. Nada de mirar de soslayo al pasado. Nada de obviar la tragedia y, peor aún, el sadismo de sus verdugos.
Una película bien escrita y bien dirigida -sin grandes alardes creativos, pero con solvencia- por Georg Maas. Y, sobre todo, una película muy bien interpretada: Juliane Köhler (a quien ya vimos en El hundimiento), la gran Liv Ullmann (cada plano suyo es todo un placer para los cinéfilos), Ken Duken (convincente en en su papel de incómodo abogado: su personaje es el catalizador desde el que se fractura el presente de la protagonista) y Sven Nordin (espléndido en su composición de Bjarte) componen un cuarteto de personajes lleno de vericuetos, silencios y miradas de las que hacen que, a menudo, el texto resulte casi innecesario. Es, en realidad, su densidad intrahistórica -y desacomplejadamente melodramática- la que dota de peso histórico al film.
Es cierto que hay algunas pistas en falso dentro del propio thriller (como la búsqueda inicial de cierto personaje: un hilo que no conduce a casi nada) y que no todos los flash-backs son necesarios, pero sería injusto centrarse en sus grietas cuando hay tantos aspectos en ella que merecen la pena ser destacados. Zwei Leben (Dos vidas) es un relato sólido y adulto que sabe conjugar la denuncia con la reflexión sobre la identidad. ¿Quiénes somos? Y, en consecuencia, ¿quiénes son los que comparten sus vida con nosotros?
La sombra nazi. La represión de la Stasi. Las atrocidades de un siglo en el que los totalitarismos asolaron una Europa que todavía no ha sanado sus cicatrices y en la que películas como esta nos obligan a fijar la mirada en los momentos más incómodos de un pasado demasiado reciente. Podía haber sido un telefilm de sobremesa. Uno de esos temibles “Basado en hechos reales” que, por suerte, se evita gracias a la categoría de sus actores y a la sobriedad de un guión que evita los efectismos sin ahorrarnos, por ello, las emociones de sus personajes. Una película muy aconsejable donde todo acaba encajando con la misma crueldad con la que encaja -y se repite- la propia Historia.