Fue el 7 de febrero cuando hicimos esta cama por primera vez. En ella pusimos nervios, miedos, ilusión y, sobre todo, mucha verdad. Estrenábamos Cuando fuimos dos en una sala que, por entonces, daba sus primeros pasos y que hoy, gracias al tesón y al trabajo de sus fundadores, es ya uno de los espacios imprescindibles del teatro en Madrid: El Sol de York.
Desde la primera función todos los implicados en este proyecto supimos que íbamos a ser dos durante mucho tiempo. Porque en la respuesta del público encontramos la misma emoción que nosotros habíamos sentido en nuestro trabajo. La comunicación con los espectadores se hacía tan intensa como los giros y vaivenes en esta historia de un amor -y de un desamor- que, y eso solo entenderíamos después, puede ser la de cualquier pareja.
Por eso no pudimos bajar la cama del escenario, sino que nos vimos obligados a seguir haciéndola y deshaciéndola en un nuevo espacio, un teatro que ya sentimos también como nuestro y donde, gracias a Smedia, César y Eloy han vivido la segunda etapa de su relación: el Infanta Isabel. Y el proyecto, como la historia de sus personajes, ha seguido creciendo, evolucionando, respirando siempre esa honestidad que fue su punto de partida y sobre la que se asienta todo cuanto hay en la función.
Todos nos hemos dado -y desnudado- para dejar en esa cama señas de identidad que hagan que Eloy y César sean un dos múltiple, un dos colectivo, un dos que no es un número, sino una invitación a meternos bajo sus sábanas y contar -o recordar- nuestra propia verdad. Son muchos los espectadores que me han escrito en estos meses para hablarme de lo que han sentido en este recorrido de setenta y cinco minutos en los que, de forma conscientemente sintética, se esbozan los huecos de dos vidas. La de un dos que se esfuerza por serlo. Y por sentirse como tal.
Alicante, A Coruña, Fuenlabrada, Valencia, Elche, Getafe, Málaga… son solo algunas de las ciudades donde ya hemos hecho o vamos a deshacer esta cama, pues gracias a la reacción del público seguimos sin encontrar el modo de apartarla de los focos, como si ella sintiera la incontrolable necesidad de contar su historia -la de los hombres que la habitan- una y otra vez.
Y hoy, precisamente hoy, a un día de la última función en el Infanta Isabel, siento que esa cama tiene razón en su tenacidad. Porque comprueblo algo que ya sé y que cierto estudio corrobora: el aumento del acoso escolar homofóbico en nuestras aulas. Y pienso que por eso es necesario que esta cama siga su viaje, porque la normalidad por la que apuesta Cuando fuimos dos es, en sí misma, una forma de compromiso y de reivindicación. Porque cada espectador que sale convencido de que lo que ha visto es simple y puro amor, simple y puro deseo, simple y pura soledad o simple y pura dependencia es un paso hacia adelante en la visiblidad y en la convivencia. Porque necesitamos recordar que hay muchos prejuicios que barrer y esto solo se consigue rompiendo armarios y dejando que las camas ocupen -sin pudor ni pedir permiso- el escenario.
Por eso no puedo dejar de agradecer el valor, la emoción y la coherencia de quienes han trabajado con su talento en este proyecto. Quienes hicieron que mi texto se convirtiera en esa función tan especial que es Cuando fuimos dos. El talento de quienes han dado piel y mirada a Eloy y César, Felipe Andrés y David Tortosa; de quien los guió en el camino para conseguirlo, Quino Falero; de quien los cuida y asesora en cada función, Rocío Vidal; de quien los convirtió en imagen, Manolo Pavón; de quien los ha iluminado en cada gesto, Libe Aranburuzabala; de quien les dio forma y vestuario, Guadalupe Valero; de quien los hace viajar y soñar, Mara Bonilla; de quien creyó en ellos y los hizo libro, Cristina M. Ruiz; y de quien los defiende allá por donde van, Julián Quintanilla.
Mañana solo hacemos un alto en este viaje. Una necesaria pausa que nos aleja de Madrid y que llevará nuestra cama a nuevos destinos. Y ojalá sean muchos. Y muy diversos. Cada vez que hacemos y deshacemos sus sábanas estamos poniendo en ello toda nuestra emoción. Nuestra pasión. Y nuestro compromiso.
Gracias a quienes os habéis atrevido a ser dos en esta cama con nosotros.